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Gorjear sin ser Jorge

18 Mar

Propongo una pausa en nuestra pornográfica discusión (primeramente porque esta pausa ya sucedió para algunos, aquellos que han leído de inmediato esta entrada y la anterior, los otro pueden bien ignorar mi propuesta y buscar el próximo tag de pornografía, en el caso natural de que dicha entrada haya sido publicada para entonces y el internet siga existiendo), como suelen ser mis ánimos: para distraer y variar. La transformación del objeto no es ardua y es significativa, no paso de algo fuera de la red ni menos lleno de fetichismo exteriorizador: voy a discutir de Twitter.

Cuando escuché por primera vez la premisa de Twitter me pareció absurdo. Tomen en cuenta que soy un desertor de los teléfonos celulares desde mi más tierna infancia -cuando no existían-, así que la acción de twittear desde cualquier sitio y de inmediato me ha sido siempre algo ajena. Además que es grosero, para mí, ponerse a escribir mensajitos en una maquinita diminuta y portatil -aunque fuese un videojuego-; soy del teclado y la maquina de escribir. Y ni mencionemos mi hostilidad si se tratase de un servicio que es solo accesible por prepago de internet por móvil, como un 3G o algo así, lo mínimo que podría hacerlo salvable es usar twitter desde cualquier red celular aunque no pudiesen recibirse los twitter ajenos sino por mensaje. Ya sé, soy en ciertos objetos, un hombre de las cavernas, pero si bien todo esto me predispone contra uno de los más glamurosos valores innovadores de este medio, pasa que Twitter es una de las tecnologías de internet que definitivamente mantiene mi interés.

En efecto, puede decirse que se trata en mi caso de usar Twitter para lo que no es, o para un empleo imperfecto de su funcionalidad. Este Twitter trunco es un poco parecido a un foro de discusión donde sobre todo se escriben ideas truncas, eventos inmediatos o gestos desordenados. Un valor importante dentro de este medio es el invisible exterior, entiéndase la trama narrativa imperceptible entre un momento de reflexión y otro, la pretendida relación entre mensajes, su lógica interrelacional. Este invisible exterior es prominente en las historietas, donde el lector comunica un panel con otro, completando una acción contínua por medio de dos imágenes estáticas. Es un ejercicio subjetivo y algunos autores como no titubean en usar esta fuerza para sembrar ambigüedad -pienso en el final de Monster-. En el Twitter también hay esta conexión inconsciente de rastros entre un mensaje u otro, como si se buscase el punto común que comunique los gestos puestos en el vacío de una forma ausente de polémica y casual.

Abrí una cuenta de Twitter, ya lo sabrán, para este blog. Además de la maquinal publicación de cada entrada de mi blog me he prestado a la tarea de explayar distintas frases, poemas o aforismos -supongo que podría llamárseles así, hay también chistes de mal, buen y mediano gusto-. El humor en este Twitter es mucho más evidente, también el cáos y el desórden de mis ideas en lo inmediato, de lo que funda momentos de escritura como el que leen en este instante. No hay que equivocarse en determinado propósito: Twitter es un agente literario*, es un medio que se explica casi en lo más estricto por la palabra, y esto ya lo hace para neófitos como su servidor, muchísimo más interesante que otros medios que se centran en lo visual o en mecánicas sociales para justificar su existencia. Tal vez esta herramienta web será una justificación para devolver algo de su poesía a la vida cotidiana, como lo ha sido también el Hip Hop y el dicho popular.

*- No de los que te buscan Editoriales me temo.

Por razones estéticas no empleo la palabra «tweetear» o tuitear en ningún texto que se quiera técnico o serio. Es una expresión derisoria incluso como extranjerismo, pues si bien es estrictamente descriptiva, carece de todo sentimiento de justificación ante su fealdad. Para mí es como decir internetear o televisionar -televisionario de algún modo es una palabra considerablemente más hermosa-, que son torpezas de la simplificación cuya presencia en la lengua corriente sería lastimera. El colega Rodrigo sugirió el término «gorjear», que ahora a mi parecer se vuelve demasiado noble y estético para lo que suele ser una práctica ruin y mundana una mayoría del tiempo. Sugiero y avalo gorjear como un término de género literario escrito en Twitter, porque la palabra es poética, es hermosa y en cierto modo temática. La utilización me parecería groseramente limitada, pero si alguien tiene un mejor modo de ponerlo al día, soy enteramente suyo para ser escucha de esta sugerencia.

Mi empleo de la plataforma discutiva es tal vez definible por esta incapacidad de darle a gorjear su dimensión correcta: deseo gorjear, pero me hallo entre el tuiteo y el uso de Twitter, hay cierta ligereza en mi práctica pero la pretensión estética aún admite desvíos de toda materia, de toda grosería y vacuidad. Soy finalmente de la variedad, más que del ruiseñor, de la chacalaca.

Inter(ludio)net

25 Nov

Como antecedentes puedo presentar mi discurso sobre el Manual de Internet y una de mis entradas de la legitimidad. Sencillamente si es cuestión de justificar mi decisión de cambiar al menos en apariencia, la función de esta plataforma internet.

Ahora pues, no es como si hubiera una idea rigurosa a la que me estuviera aferrando al construir estos escritos, simplemente he tratado de mantener una atmósfera estimulante para la discusión, la mía con ustedes, de realizarse, y en todo caso, la mía con mí mismo. Pero casi por fuerza entrar a un círculo intrínsicamente social -por contados que sean ustedes, mis generosos lectores- exige alguna responsabilidad hacia el exterior. No me gustan tampoco los ejercicios masturbatorios que se disfrazan de análisis para entrar en sí mismos, en fin, he considerado dar algo…

Esto es algo que puede mantenerse en un nivel estrictamente teórico pues mis preocupaciones en este blog no han sido precisamente utilitarias. Y no sé si deberían serlo, tomando en cuenta el alcance que tengo y mi propia renuencia a posicionarme en el nivel de autoridad o de poder, que… Bueno, prefiero que usted decida si sigue leyendo o no, pero la acción bien concreta que quiero seguir -que puede quedarse en buenas intenciones-, requiere una cierta exigencia. Todo para decir que pienso reseñar e-books.

Pero por supuesto, la idea es reseñar libros que llegan directamente al formato en línea, sin que sean antes que nada hechos de mercado. Esto puede ser una idea aparatosa pues descalifica un montón de sistemas de e-book que permiten alguna ganancia, sea esta marginal u oscura, así como presentar una manifesta oposición a cualesquier tipo de editorial. No busca antagonizar editoriales, pero ante todo no busco volverme una ni reemplazarlas. Creo que si algún día me lanzo en el territorio de la edición tengo que hacer algunos experimentos y ver las cosas en cara, por lo que son y no por el mercado que representan -o incluso que pueden representar-. Seguro no valgo mierdas como editor pero esta experiencia no necesariamente queda descartada, y la lectura de estos textos publicados en línea puede prestarse valiosa para encarar un cuerpo de textos menos «filtrado», y abordar el problema que viene por ello.

El juego aquí es tratar de no efectuar todos los pasos evidentes de una reseña literaria. No se trata de hacer promoción a los trabajos que busco, y mucho menos de buscarlos para darles promoción. No persigo tampoco el descubrimiento de nuevos talentos y libros que puedan lograr alguna fama, si bien es lo que deseo con mayor sinceridad. Sería inocente de mi parte emprender este experimento de una manera absolutamente convencional y esperar ser sorprendido por los resultados. Para mí el mundo del e-book es desconocido, y me propongo descubrirlo en la práctica. Por medio de esta reseña, tal vez pueda reconstituir el camino y que usted después de mí ponga las experiencias a mejor uso, tenga un mejor juicio -uno más suyo- frente a lo desconocido.

No se tratará de un formato de bentilaciones necesariamente, aunque sería lo óptimo. Las lecturas requieren un mínimo de anticipación y no tengo garantía de que ningún libro que halle me inspirará algún comentario. Hay un balance muy sútil y desagradable entre hacer una reseña o un análisis y escribir activamente al lado del libro, en este caso no puedo garantizar que encontraré gemas, o que tendré ganas siquiera de mencionarlas. Mas no es mi intención quedar en la buena intención, eso es lo molesto de la declaración pública, que frecuentemente es politizada en una suerte de compromiso, o mejor dicho en una responsabilidad. Ni me interesa esa legitimidad ni pretendo dar respuestas a aquellos que se interrogan todo del e-book o que quieren aventarse ellos mismos a esa travesía. Solo confirmo el hecho de que hay continuidad entre mis propósitos y lo que sigue, es la consecuencia lógica de una posición intelectual, moral o como se diga. Es la práctica de algunas teorías que hemos hablado.

Espero por este medio, por lo menos probarlas falaciosas. Pero en el fondo de mí, espero leer versos buenos, interesantes relatos y sorprenderme aunque sea de manera superficial. Así podré pensar en los que vuelven la literatura un asunto de control de calidad, en el producto «bruto» que no existe y del que acaso el e-book es un mal representante. Y finalmente -tal vez de ahí parte toda mi iniciativa- tener el amor propio para darle un justo título a un texto sin necesidad de cotar su contenido en papel.

Incluído este blog o lo que sea que llegue a publicarse virtualmente.

 

Inevitable, ¿o qué?

18 Nov

Bueno, les cuento lo que tengo que contar cuando se encuentra uno en la penosa necesidad de no postear una entrada decente por razones forzadas. Normalmente me censuraría y la trataría de subir, digamos, mañana. Pero creo que le quita algo de genuino y voy a expresarlo acá, en fin, por una vez la excusa es válida…

Hice una entrada y la computadora se la tragó. Se perdió para siempre, vale decirlo, no la escribí en otro sitio y fallé en copiarla antes de postear. Me enfurece saber que la había hallado satisfactoria e incluso e inteligente, la verán dentro de poco tiempo en otra encarnación, cuando trate de replicarla. Se trata de esa del diálogo que se llama «Inteligencia o sabiduría, lo que caiga», la verán, espero, proximamente.

En todo caso, el fin de semana va a vedarme de manera bastante definitiva una entrada buena para remplazar, así que admitan mis excusas de antemano. Este espacio, para un par de comentarios y que sirva de otra cosa -que mi pathos- la intervención.

En los días que no subo entradas y que estoy disponible en la computadora -que no es siempre, pese a mi modo de vida casi virtual-, estoy publicando en esta plataforma internet -twitter, ¿la ha oído?-, algunos breves comentarios que varían yo diría bastante del usual vocabulario y los temas de este blog, en ese sentido creo que es un complemento interesante, acaso porque me niego a usarlo para decir que fui al baño.

Además de mi blog he subido un par de vínculos más sobre temas de reflexión literaria u otros que me han parecido dignos de compartir, no son los únicos en la web ni constituyen el resultado de una búsqueda extensiva, pero me he dicho que se merecen mi reconocimiento, y que finalmente internet es un sitio de constante tránsito donde no vale la pena que mi blog sea un callejón sin salida. No tengo intercambios con los escritores de dichos sitios por lo general, ni espero retribución alguna de ellos, del mismo modo, puedo removerlos de ahí si recuerdo que existen, lo cual no debe ser leído como una crítica etc. etc. ya saben la cosa.

Y bueno, proximamente otros temas maravillosos como algún hobbie japonés, o los tests de cosmopólitan, la contradicción que es la pregunta y muchas otras variedades de esas que son más comunes en este sitio. Pasen un excelente fin de semana, y dicho sea de paso, no guardo rencor personal contra wordpress… Aún.

Sin título

20 Jun

Chiste local: Mientras tenga más visitas que etiquetas en este blog, vamos bien.

Aprovecho el anuncio metatextual para decir que probablemente en el curso de este mes, reduzca la frecuencia de mis aportes a raíz de otras exigencias personales que se me van presentando. Seguiré, no obstante, fiel a mi criterio de aglutinamiento feróz de información, reflexión irreflexiva y ventilación de misceláneas ideas framento.

Esto de la aglutinación, de la que he hablado, de algún modo siempre me lleva a internet, porque puede considerarse que la web se ha ido volviendo un aglutinamiento constante de palabras. Para eso tenemos el buscador, pues hay textos donde sin el buscador no osaríamos saltar. Me pregunto si esto se debe a una cuestión de formato, o si hay un órden implantable que baste para economizar el miedo de dichas cantidades de información.

Elaboro: Si yo tengo un montón de tomos y libros, casualmente puedo hojearlos o remitirme a un índice para encontrar un tema en particular. Sondando títulos e índices estoy hablando de un asunto de formato. En un bloque de texto uniforme al puro estilo Proust, no dan ganas de meterse ni a patadas. Mas tampoco me da gana ir dando click por click en las cientos de páginas que conformarían un foro web, por la inferioridad probable respecto al simple hojear un libro, cuya velocidad y eficacia tiene incluso algún encanto físico. Esta variable de formato ha sido mencionada por varios apologistas del libro en papel, como un motivo bastante a conservar el formato en cuestión.

El aglutinamiento solo puede manejarse, mas si además se emplea una variedad de temas enorme, se vuelve como un mar innavegable. Me temo mucho que es lo que estoy haciendo aquí, en mi blog; y que los órdenes probables que he empleado son magra defensa para sondar correctamente los textos que publico. Faltaba más, no me paso la vida corrigiendo mis propios apuntes y no espero tampoco seguirlos ordenando. Es incómodo para el lector, y aunque me encante incomodar me parece que en alguna falta me encuentro.

El índice es un formato taxonómico al puro estilo del resumen, y presupone una obscena definición de los elementos que contiene. Mi formato no es de ayuda, ignoro tanto lo ya escrito al punto de que puede sorprenderme repitiendo lo dicho antes. Y bueno, soy un apologista de la repetición, mas no ayuda para el orden. Veo pues, que mi gusto por lo gordo y desproporcionado es la pesadilla de cualquier editor, y dado que en este caso soy mi propio editor, me da algo de rabia.

Me gusta pensar que un método ingenioso para organizar todo me caerá del cielo, aunque esto fatalmente me recuerde mis listas irrealizables sobre temas literarios que no relevan sino poca cosa. No he querido ser artista inabordable, quisiera que a mi blog pudiera llegarse de improviso, sin mirar para atrás a mis penosas entradas tercas. Ya toda proporción guardada, me doy cuenta que no es bastante la información que ha acá, y que probablemente sea el formato opaco de la web lo que indispondrá a los que lleguen a futuro. Vislumbro una salida: Acomodar en .pdf mis primeras ventilaciones y poner en este blog un sitio donde se puedan bajar las colecciones completas. Esta idea es tan arbitraria que corre el éxito de funcionar, si algún día me presto a la tarea que requiere.

No quiero ser como los tipos del roman precieux  y sus textos estirados de 30,000 páginas, hay que hacer del potencial infinito de este blog -en su duración y el tiempo, al menos hasta mi muerte-, una suerte de texto legible. Y pienso también, ya que estamos en el asunto, que serviría como forma de conservar el contenido, aunque la conservación no me importe gran cosa, pues de aquí no espero posteridad.

Ahora me figuro que dicha sugerencia no dista del teatro para ser leído en vez de visto. Mi blog cotidiano es como la puesta en escena, mientras que guardo el resto a suerte de posteridad y obra de arte separada, como una experiencia menos vivencial, más letra muerta. Si fuese un purista del teatro clásico, hallaría le idea horrorosa. A como estamos, hoy por hoy, solo me provoca una inmensa pereza. ¿Los blogs que sí son famosos tienen gente que construya los índices por uno?

Ahora me pregunto si el tener más etiquetas me haría tener más lectores, conservando la relación entre ambos elementos una constante dentro del blog. En ese caso las cosas se conservarían perpetuamente bien por el axioma enunciado al principio. Viento en popa, pues.

Sin título

15 Jun

Chiste local: Mientras tenga más visitas que etiquetas en este blog, vamos bien.

Aprovecho el anuncio metatextual para decir que probablemente en el curso de este mes, reduzca la frecuencia de mis aportes a raíz de otras exigencias personales que se me van presentando. Seguiré, no obstante, fiel a mi criterio de aglutinamiento feróz de información, reflexión irreflexiva y ventilación de misceláneas ideas framento.

Esto de la aglutinación, de la que he hablado, de algún modo siempre me lleva a internet, porque puede considerarse que la web se ha ido volviendo un aglutinamiento constante de palabras. Para eso tenemos el buscador, pues hay textos donde sin el buscador no osaríamos saltar. Me pregunto si esto se debe a una cuestión de formato, o si hay un órden implantable que baste para economizar el miedo de dichas cantidades de información.

Elaboro: Si yo tengo un montón de tomos y libros, casualmente puedo hojearlos o remitirme a un índice para encontrar un tema en particular. Sondando títulos e índices estoy hablando de un asunto de formato. En un bloque de texto uniforme al puro estilo Proust, no dan ganas de meterse ni a patadas. Mas tampoco me da gana ir dando click por click en las cientos de páginas que conformarían un foro web, por la inferioridad probable respecto al simple hojear un libro, cuya velocidad y eficacia tiene incluso algún encanto físico. Esta variable de formato ha sido mencionada por varios apologistas del libro en papel, como un motivo bastante a conservar el formato en cuestión.

El aglutinamiento solo puede manejarse, mas si además se emplea una variedad de temas enorme, se vuelve como un mar innavegable. Me temo mucho que es lo que estoy haciendo aquí, en mi blog; y que los órdenes probables que he empleado son magra defensa para sondar correctamente los textos que publico. Faltaba más, no me paso la vida corrigiendo mis propios apuntes y no espero tampoco seguirlos ordenando. Es incómodo para el lector, y aunque me encante incomodar me parece que en alguna falta me encuentro.

El índice es un formato taxonómico al puro estilo del resumen, y presupone una obscena definición de los elementos que contiene. Mi formato no es de ayuda, ignoro tanto lo ya escrito al punto de que puede sorprenderme repitiendo lo dicho antes. Y bueno, soy un apologista de la repetición, mas no ayuda para el orden. Veo pues, que mi gusto por lo gordo y desproporcionado es la pesadilla de cualquier editor, y dado que en este caso soy mi propio editor, me da algo de rabia.

Me gusta pensar que un método ingenioso para organizar todo me caerá del cielo, aunque esto fatalmente me recuerde mis listas irrealizables sobre temas literarios que no relevan sino poca cosa. No he querido ser artista inabordable, quisiera que a mi blog pudiera llegarse de improviso, sin mirar para atrás a mis penosas entradas tercas. Ya toda proporción guardada, me doy cuenta que no es bastante la información que ha acá, y que probablemente sea el formato opaco de la web lo que indispondrá a los que lleguen a futuro. Vislumbro una salida: Acomodar en .pdf mis primeras ventilaciones y poner en este blog un sitio donde se puedan bajar las colecciones completas. Esta idea es tan arbitraria que corre el éxito de funcionar, si algún día me presto a la tarea que requiere.

No quiero ser como los tipos del roman precieux  y sus textos estirados de 30,000 páginas, hay que hacer del potencial infinito de este blog -en su duración y el tiempo, al menos hasta mi muerte-, una suerte de texto legible. Y pienso también, ya que estamos en el asunto, que serviría como forma de conservar el contenido, aunque la conservación no me importe gran cosa, pues de aquí no espero posteridad.

Ahora me figuro que dicha sugerencia no dista del teatro para ser leído en vez de visto. Mi blog cotidiano es como la puesta en escena, mientras que guardo el resto a suerte de posteridad y obra de arte separada, como una experiencia menos vivencial, más letra muerta. Si fuese un purista del teatro clásico, hallaría le idea horrorosa. A como estamos, hoy por hoy, solo me provoca una inmensa pereza. ¿Los blogs que sí son famosos tienen gente que construya los índices por uno?

Ahora me pregunto si el tener más etiquetas me haría tener más lectores, conservando la relación entre ambos elementos una constante dentro del blog. En ese caso las cosas se conservarían perpetuamente bien por el axioma enunciado al principio. Viento en popa, pues.

El blog de manual

12 Jun

(Tuve una dificultad con la función para publicar automáticamente de WordPress y la entrada de ayer solo pudo ser publicada hoy en la mañana, si quieren verla se encuentra justo antes de la presente)

Buscar información por internet para educarse es una hazaña. Podemos imaginar una herramienta de lenguaje -un robot- que facilite la tarea de enseñar de una manera automática, de la cual pudiera sacarse cierto éxito: Un manual glorificado. Sin embargo, la web está lejos de responder a la espectativa de un manual de vida.

No me parece exagerada la necesidad de un manual de internet. Necesitaría ser casi por fuerza una publicación periódica -en línea tal vez-, pues la actualidad de internet cambia caprichosamente y con un vértigo terrible, trataría simplemente, de una organización más o menos inteligente, una suerte de directorio que ayudara a los internautas con determinado interés a perseguir más información que les pueda servir dentro de un contexto de discurso del cual se pueda extraer provecho. Desgraciadamente la idea de directorio presupone el conocimiento de lo que se quiere, y obvia a su vez, la entrada de distintos elementos nuevos a dicho sistema -ambos problemas que relevan del uso y la producción actual de internet, a su vez problemas como potencial de grandeza-.

Estas reflexiones nos pueden llevar a una reflexión sobre la palabra aprender. Con el acceso que tenemos a este medio masivo que es internet, la noción de extraer conocimiento que uno ignora no puede considerarse verdadero aprendizaje, ni siquiera, creo yo, cumple los requisitos de considerarse fundamento para ser una persona informada en tal o cual tema. Simplemente absorber información no tiene valor pedagógico.

Los que venimos de sistemas educativos descendientes del siglo pasado, tenemos por fuerza el recuerdo de varios ejercicios de memoria que no se consideran veradera «educación». Al estudiar la historia nos enfrentábamos a una franca lista de fechas y eventos, más listados que analizados, como una especie de mapa vagamente trazado para la memoria temporal. La geografía misma, se manejaba en abstractos esquemas memotécnicos -un país con su capital, o con su continente, una lista de lo más grande, lo más rico, lo más largo-. El hombre gusta del catálogo porque mantiene su memoria ejercitada, y esto es una parte del apredizaje. El valor del contenido en este constento es nulo, o debería decir arbitrario. No es que sea malo conocer la fecha de las revoluciones; es simplemente que el signo del año no tiene valor por sí mismo, incluso el historiador profesional se interesa por el contexto y no el índico/símbolo que apunta al contexto. Internet es una red, no tanto de información sino de símbolos, de referencias superficiales y de órdenes estrictamente contextuales; lo que hace precisamente que sea una pobre herramienta de aprendizaje.

Además, a sabiendas de que internet «estará ahí» para proveernos de los datos que requiramos, pierde su interés como ejercicio de memoria y se vuelve simplemente una masa aglutinante de información. Buscamos información no por el contenido sino por el «signo» lo que es como buscar un libro por su nombre y no por su tema; en muchos sentidos este nominalismo al que estamos acostumbrados viene de la comodidad de pensar y no por servir a una función superior. También podemos caer en la falacia de pensar que al abordar el concepto de tema nuestra búsqueda perderá su superficialidad, que el nombre del tema no es también por sí mismo, otro símbolo.

Depurar este tipo de búsqueda vendría a suponer que podemos enunciar al buscador una pregunta superficial pero efectiva, vamos a decir «¿qué libro es similar a El barón rampante?» De esta interrogante podemos extraer una respuesta más o menos objetiva -o lo suficiente para no sonar arbitraria-, y sugerir una respuesta. Dependemos para estos fines de la inteligencia de razonamiento verbal del buscador, del orden efectuado por los hombres para clasificar sus propias páginas y de la capacidad del internauta de usar ambas herramientas -la clasificación y la búsqueda- correctamente. Entonces para siquiera extraer información válida para nuestro aprendizaje, debemos haber atravesado un determinado modelo de aprendizaje.

Me intriga en este modelo seudo-futurista, la preocupación de que el usuario -que es lector y productor a la vez-, asuma sus capacidades correctamente y se integre sin dificultad a un circuito virtual. Facebook puede parecernos una pavada, pero básicamente su gran logro es introducir fácilmente a un circuito o formato, el resto viene de los usuarios. Solo que la información de Facebook es tanto más degenerada que muchas cosas en internet, precisamente por la inherente libertad que propone. Además ¿clasificar fotos o comentarios tiene de verdad sentido?

Me parece que el problema viene de la dirección, de este manual de internet que por desatino aún no hemos sabido concebir. Podría enseñarse en las escuelas si existiera, mas los magros conocimientos de los profesores -la mayoría asistentes tardíos al fenómeno web- no facilitan esta transición que de por sí ya tiene algo de virtual.

¿Quién podrá enseñarnos a aprender?

Comentarios por favor

7 Jun

Un bloguero, que no sé si puede considerarse como tal por lo que vamos a discutir a continuación, escribe un comentario sobre los comentarios. Una propuesta estética, si se quiere evitar la palabra justificación. Pensar que la gente vive justificándose me parece exagerado, las frases se justifican -con una funcioncita de Word-, las personas tan solo piensan que lo hacen. No leo la mente, así que retiro mi argumento: No es una justificación.

La reflexión consistía en extraer la opción de recibir comentarios en un blog, en una entrada cualquiera. No cito su razonamiento -alcanzará usted uno propio, concuerde o no con la opinión-, mas me veo estimulado a pensar (acaso ya por esto el comentario es válido) y compartir con ustedes mis pensamientos.

Somos escritores de la época digital. Admito ser arcaizante en mis lecturas y que mi cotidiano se comparte con los siglos pasados. Convivo con pensadores medievales y otros románticos. No condono, sin embargo, evitar el innegable compromiso de escribir para la era en la que existo, en la cual internet es una penosa realidad. Yo sé, no es lo más romántico que puedo tirar de la vida, este intercambio de bytes en servidores, no se justifica para centrar mi interés en un solo objeto, artificial o dado. No me limitaré ahí, de la misma manera en que no puedo limitarme al pasado.

*- O algo más realista, el no tener que decir. El no manifestarse por planear en un desinterés acaso temporal que no amerite ni como respuesta el bostezo.

Nos ha pasado a todos los que clamamos el estigma de escritores, querer medirnos y actuar como los grandes de la historia. Quisiera ser Stendhal o Asturias, quisiera ser Arguedas o Chejov. Tan solo no lo somos, y estas pretenciones deben quedarse en ese nivel fantástico, como suelen ser las lujuriosas fantasías o los deseos asesinos, uno se reprime, no lo puede todo. Por esto mismo creo que es inevitable pensar en los comentarios, en aceptar que la esfera pública de la literatura siempre ha sido una donde se intercambian opiniones, y nuestro interés productor es multiplicarlas y darles fruto, hacer de nuestro lugar público -porque un sitio internet es más lugar, acaso, que un libro- un sitio de encuentro y reflexión. Un válido intercambio.

Ya he dicho antes que quiero comentarios, tal vez en mi inocente visión del lector que lo vuelve un agente de creación y reflexión superior a cualquier otro, tal vez en mi fe de que leer antecede y funda el pensamiento. Por supuesto, además del estigma silencioso del voyeurista, el miedo al error y la timidez casual de la web*, está la realidad de que no mucha gente se cita en mi blog. Francamente, rozamos en lo precario ¿qué importancia? No pienso que ser menos nos prohiba un intercambio animado, ni mucho menos. Hablo mucho tal vez, suprimo implicitamente al que me escucha por el volúmen total de material hablado que produzco, acaso estoy en un erro -no obstante, esperar un intercambio que puede no llegar, tampoco se me figura la solución inmediata-.

**- Y la reflexión.

El comentario es, pues, darle al lector su lugar. Internet tiene esto de que le permite al que no se cree un ermitaño que tan solo ha de velar por sí mismo, abrirse al mundo. En mis ventilaciones está comprendida esa imagen, estamos al aire libre, las portadas del libro no nos encierran. Acaso el pudor del estereotipo antisocial del escritor nos quiere aprisionar en nuestros propios textos concluyentes.

En todo caso, no me ha gustado. Sabrán que por mi formato y mis costumbres, este blog se permite sujetarse de la fuerza de la palabra** como principal atractivo. Predico cierta austeridad en imagen, texto y vínculos, en este sentido no me expreso «como se debería» en la era digital. Y es que no hay sino propuestas fundadoras de cómo debemos usar estos espacios virtuales, no hay una lógica que sea válida, cada arte debe encontrar en internet como servirse. Sin regresar claro, a fórmulas que extraigan los elementos escenciales de nuestro poderoso internet: La información masiva, la interacción instantánea, la comunicación y el cómo se siguen los sitios. Y el desorden.

En mi tiempo libre, yo también me paseo poniendo comentarios en otros blogs, me gusta interactuar y discutir, acercar propuestas a aquellos que están suficientemente abiertos a recibirlas. Por lo mismo, no repliqué al bloguero sobre su observación y sus comentarios, sobre su manera de cerrarse implícitamente a los demás. No puede forzarse a la gente a abrirse ni cambiar de opinión ¿verdad? Aunque les hicieras un favor. ¿Pero le haría un favor? No hay una solución para todo, y mis relativos pensamientos siguen siendo eso: Pensamientos, relativos.

Mucha y muchas

31 May

Mi gusto por las prácticas aglutinantes debe ser ya evidente para el lector fiel, empezando por el hecho de mi propia fidelidad a una diaria afluencia escrita en este sitio. Aquí puede detererme en caso de que no haya entendido para que yo pueda explicar -por cuestiones de energía no puedo pararme a explicar todo lo que balbúceo comunmente, hoy hago excepción-, que me refiero a un tipo de escritura abundante, casi barroca, llena de detalles y dimensión.

Este es un prejuicio personal, creo. Puede remitir a una práctica social, mas según entiendo muchas personas no tienen la paciencia ni el gusto por desenterrar cantidades de texto dentro de un sitio único, aunque se les presente por facilidad. La síntesis ha ganado muchos adeptos, en esta era de la -mala- información.

Tal vez esto justifica mi malsana inclinación por el detalle y las dimensiones, por perseguir lo que convencionalmente llamamos «gigantesco». Y es que no pienso que un tipo de arte frente al que apenas interactúa pueda remitir a una manera de pensar, o pueda legitimarse. El arte, recordemos, es legítimo por poseer una base lectora adecuada, y para esto debe ser digno de percibir la atención. Me dirán que hay un montón de excepciones, por ejemplo, los noticieros. Yo entiendo que el género noticiero apenas pretende rozar la superficie de los sucesos cronísticos referidos, sin embargo, un noticiero televisivo es incluso más soportable que una nota escrita en un periódico cotidiano.

Ahora que lo pienso, en el mundo «real» -ese donde la literatura no importa-, los cotidianos sufren mucho pérdidas de ventas. En realidad es comprensible, la información escueta palidece considerablemente ante las facilidades que presta internet, logrando efectivamente, vencer la lógica de la velocidad -ni digamos el esfuerzo descomunal que debe ser imprimir y distribuir los diarios cada ciclo solar, es una fatiga hoy absurda-. Seguramente una noción de este estilo me ha aproximado a la prehistórica noción de que «grande» es mejor, si bien no refiero a las estrictas dimensiones.

Este blog -¿lo ha notado usted?- persigue distanciarse de los géneros enciclopédicos. No soy candidato a wikipedia, no intento tampoco, tenerlos al tanto del mundo que apenas atino a seguir torpe. Quiero proponer el tipo de digestión que se puede efectuar con esas mismas informaciones masivas que se tienen a la mano, y que a veces solo logramos ver como eso: datos sin seguimiento, lanzados al vacío nihilista de cuantas palabras puedan decirse y anotarse. La evidencia de que si hay mucho por decir, entonces podemos darnos a la tarea de decirlo mucho. Abundante, con cierta riqueza que lo caracterice, como la un amazonas.

Ahora, claro, mi transparente convicción no basta para lograr verdaderamente afectar la escala discursiva que nuestros medios de información proponen, en parte también me frustra soñal tal batalla perdida. Dispuesto a trabajar, comprometido, buscando contacto, fallo de antemano. Y es que no se puede triunfar solo contra el mundo, pues hombres -verosímilmente- mejores que yo no han ganado. Acaso precisamente, si a la larga cambiaron las cosas, fue por esta capacidad de ser leídos/oídos/interpretados. Uno no puede estar solo, pues incluso la obra más humana y voluminosa que una persona puede dar, solo alcanza para tanto. Necesitamos unidad, ser varios. En esa capacidad se encuentra nuestro potencial.

La misma tendencia que me permite concebir una visión aglutinante de la palabra, me hace ver una versión múltiple y rica de cooperación que lleve esta palabra a sus manos. He tratado, con mis aún singulares y humildes medios, de poner mi grano de arena -más allá de estos monólogos lanzados al vacío, que a fuerza de variarlos y concebirlos se me van volviendo sencillos- proponiendo otro medio de palabra, que si bien, no se asocia conmigo, merece mi sincera admiración, por emplearse en un trabajo consecuente. Es un sitio de internet, de podcasts, y ahora estará compartido aquí en esta página, con el afán de que ustedes mis bien teóricos y reducidos lectores, le den una pasada si les acomoda. El sitio en cuestión, va de un origen universitario en Stanford, y la calidad no es mala. Naturalmente, no siempre estoy de acuerdo con los juicios enunciados, pero esa es la gracia de cualquier asociación, incluso una tan modesta como la que estoy avanzando.

Espero pues, poder proveerles de este tipo de información aparentemente redundante entre todos los discursos que podemos encontrar en línea, pero que va a intergrarse en un modelo de búsqueda más que la simple cantidad. La diferencia entre muchas informaciones y mucha información. En lo concreto se gana bastante terreno.

Bueno, a modo menos promocional que lo anterior, aprovecho para decir que al hablar de «tamaño» o de «grandes obras», me refiero a otro de mis siete -u ocho- paradoxales principios del arte, aquel que abordaremos en su debido momento como escala y que definitivamente no se reduce al número de páginas.