Propongo una pausa en nuestra pornográfica discusión (primeramente porque esta pausa ya sucedió para algunos, aquellos que han leído de inmediato esta entrada y la anterior, los otro pueden bien ignorar mi propuesta y buscar el próximo tag de pornografía, en el caso natural de que dicha entrada haya sido publicada para entonces y el internet siga existiendo), como suelen ser mis ánimos: para distraer y variar. La transformación del objeto no es ardua y es significativa, no paso de algo fuera de la red ni menos lleno de fetichismo exteriorizador: voy a discutir de Twitter.
Cuando escuché por primera vez la premisa de Twitter me pareció absurdo. Tomen en cuenta que soy un desertor de los teléfonos celulares desde mi más tierna infancia -cuando no existían-, así que la acción de twittear desde cualquier sitio y de inmediato me ha sido siempre algo ajena. Además que es grosero, para mí, ponerse a escribir mensajitos en una maquinita diminuta y portatil -aunque fuese un videojuego-; soy del teclado y la maquina de escribir. Y ni mencionemos mi hostilidad si se tratase de un servicio que es solo accesible por prepago de internet por móvil, como un 3G o algo así, lo mínimo que podría hacerlo salvable es usar twitter desde cualquier red celular aunque no pudiesen recibirse los twitter ajenos sino por mensaje. Ya sé, soy en ciertos objetos, un hombre de las cavernas, pero si bien todo esto me predispone contra uno de los más glamurosos valores innovadores de este medio, pasa que Twitter es una de las tecnologías de internet que definitivamente mantiene mi interés.
En efecto, puede decirse que se trata en mi caso de usar Twitter para lo que no es, o para un empleo imperfecto de su funcionalidad. Este Twitter trunco es un poco parecido a un foro de discusión donde sobre todo se escriben ideas truncas, eventos inmediatos o gestos desordenados. Un valor importante dentro de este medio es el invisible exterior, entiéndase la trama narrativa imperceptible entre un momento de reflexión y otro, la pretendida relación entre mensajes, su lógica interrelacional. Este invisible exterior es prominente en las historietas, donde el lector comunica un panel con otro, completando una acción contínua por medio de dos imágenes estáticas. Es un ejercicio subjetivo y algunos autores como no titubean en usar esta fuerza para sembrar ambigüedad -pienso en el final de Monster-. En el Twitter también hay esta conexión inconsciente de rastros entre un mensaje u otro, como si se buscase el punto común que comunique los gestos puestos en el vacío de una forma ausente de polémica y casual.
Abrí una cuenta de Twitter, ya lo sabrán, para este blog. Además de la maquinal publicación de cada entrada de mi blog me he prestado a la tarea de explayar distintas frases, poemas o aforismos -supongo que podría llamárseles así, hay también chistes de mal, buen y mediano gusto-. El humor en este Twitter es mucho más evidente, también el cáos y el desórden de mis ideas en lo inmediato, de lo que funda momentos de escritura como el que leen en este instante. No hay que equivocarse en determinado propósito: Twitter es un agente literario*, es un medio que se explica casi en lo más estricto por la palabra, y esto ya lo hace para neófitos como su servidor, muchísimo más interesante que otros medios que se centran en lo visual o en mecánicas sociales para justificar su existencia. Tal vez esta herramienta web será una justificación para devolver algo de su poesía a la vida cotidiana, como lo ha sido también el Hip Hop y el dicho popular.
*- No de los que te buscan Editoriales me temo.
Por razones estéticas no empleo la palabra «tweetear» o tuitear en ningún texto que se quiera técnico o serio. Es una expresión derisoria incluso como extranjerismo, pues si bien es estrictamente descriptiva, carece de todo sentimiento de justificación ante su fealdad. Para mí es como decir internetear o televisionar -televisionario de algún modo es una palabra considerablemente más hermosa-, que son torpezas de la simplificación cuya presencia en la lengua corriente sería lastimera. El colega Rodrigo sugirió el término «gorjear», que ahora a mi parecer se vuelve demasiado noble y estético para lo que suele ser una práctica ruin y mundana una mayoría del tiempo. Sugiero y avalo gorjear como un término de género literario escrito en Twitter, porque la palabra es poética, es hermosa y en cierto modo temática. La utilización me parecería groseramente limitada, pero si alguien tiene un mejor modo de ponerlo al día, soy enteramente suyo para ser escucha de esta sugerencia.
Mi empleo de la plataforma discutiva es tal vez definible por esta incapacidad de darle a gorjear su dimensión correcta: deseo gorjear, pero me hallo entre el tuiteo y el uso de Twitter, hay cierta ligereza en mi práctica pero la pretensión estética aún admite desvíos de toda materia, de toda grosería y vacuidad. Soy finalmente de la variedad, más que del ruiseñor, de la chacalaca.