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5 Dic

Si amas a Dios, amas el desórden fundamental de su obra

 

Del mismo modo, si gustan de mí (por imagen y semejanza) tolerarán o apreciarán en diversas medidas mi dispersión. Y entonces, estamos aquí, en el artículado desórden de mis expresiones, en este obligado preámbula al problema que ocasionalmente (aquí), nos atañe. Un trozo de letras.

El asunto en general, para mí es uno, y como están frente a mi texto para ustedes es doble. Ahora lo haremos triple. De aquí el interés de la introducción ¿no? Proponer la dimensión adecuada para resolver un problema. Ojo: es usted quien lo resuelve, nadie más, yo soy testigo.

La verdad, en el fondo, no deseo que usted piense, requiero que escriba. La concepción con la que las ventilaciones son propuestas se cimenta en un concepto de veracidad dialogal, solo es válida hasta que la réplica del lector se propone. Jugamos con la temporalidad porque de otra forma los conceptos serían lineales y las argumentaciones entre lector y escritor de cierto modo respondarían a la misma predictibilidad. Descreo bastante del valor de novedad, yo quiero recuperar algo consistente de todos estos propósitos, una realidad dispersa que responda por lo menos a lo que yo puedo nombrar como mis Conceptos. Y tienen que ser dispersos, casi no ser, porque tengo la convicción de que así son los mejores conceptos, los de verdad.

Piense al respecto, escriba al respecto. No tiene que ser hoy ni mañana, puedo estar muerto ya, hágase el favor a usted mismo de entrar en este triple esfuerzo que hace de su asunto, el que le atañe (¿nos atañe?) un objeto que sea más que papel. En fin, saque algo de aquí, y no lo saque para guardarlo en su cabeza, literalmente dele algún apartado en el mundo, confirme por lo menos su existencia (no la del Concepto, sino la suya, lector, demuestre que es)

Ahora a trabajar.

 

Si bien cualquier regla contiene su negación, he desechado de antemano dos actitudes en la reflexión: no puedo justificarme y no puedo dejar de justificarme. Lo primero es un pecado de la arrogancia y lo segundo es un gesto de honestidad para con ustedes. El escritor no es un mago que guarda sus secretos para sí, su discurso es evidente, superficial. Pregunte y yo le responderé con lo mejor de mi carácter, no estoy escribiendo en público para pretender que mi conocimiento está privatizado, esto me parece sería un error de tacto.

Y me doy cuenta entonces que la honestidad se busca, no puedo permitirme una arbitrariedad. Me las permito todas, mas dejar vivir una es inválido. Entonces debo decorticar esta sinceridad que me es propia, tratar de, si no desentrañar una razón de mi verdad, por lo menos inventarla, fabricarla, falsificarla. Yo quiero eso: verdades falsas. La mentira es una tarea de gran monta, siempre y cuando uno no se la permita para todo, sino para una sola cosa.

Por consecuencia ilustraré un disgusto y en esto formularé tres opiniones, tres realidades falsificadas que pueden dar cuenta de una verdad probablemente irracional. Voy a inventarme una personalidad específicamente para la novela, para juzgar, anular y distraer mi disgusto extremo hacia el género novelezco. Condensaré esta repugnancia visceral, este aburrimiento sincero, en tres ensayos, y se los propondré a continuación. Bueno, a continuación a sabiendas de las reglas establecidas. Igual me parece que todavía se las estoy dejando fácil.

Entonces, la novela, en tres capítulos, tres maneras de reprocharle a la novela ser lo que es, tres maneras que además podemos tachar parcial o totalmente de inválidas, que puedo o no compartir. Si tratara de ser transparente erraría en el lado de la falsa humildad, en realidad tampoco es un camino decente. Para ser visible -se sabe-, no basta ser visible, sino además hay que ser opaco, tiene que haber una materia que podamos agredir para verdaderamente confiar a nuestra vista. El escritor no es ilusionista.

En cierto modo, los amo, y necesito darles y que me den lo mejor de ustedes. Por eso, no una vez, ni dos, sino tres.

 

Propósito para el año que viene: que la mitad de mi obra sea la introducción al resto de mi obra. Toda proporción guardada.

Sedice

24 Oct

La seducción no tiene por vocación el pensamiento, casi diremos lo contrario. Hace poco hice un gorjeo en esa dirección precisa: Hacer pensar, paradoxalmente, se opone a pensar. Quedan las aclaraciones pero también las intuiciones que en esta dirección se sigan.

Establecer el sentido sería tener la seducción por un hacer pensar. Entendamos que en la vida real, conceptos como pensar, creer o resentir son verdaderas transformaciones de la realidad y no simplemente vagas ideas. Creer es el más alto experimento que le aplicamos a la realidad. Decimos pues, que hacer pensar es una inclinación a exponer un cierto mundo, viene por la parte de la experiencia y la deducción inmediata de la realidad, y no de lo que sería el pensamiento crítico convencional: la digestión de algo inmediato.

Tomemos algo prosaico: la publicidad. Yo no compro autos, pero la publicidad me mantiene informado de las marcas y modelos de autos recientes. Por consecuencia los autos existen, no necesito deducir su existencia ni justificarlos, menos digamos juzgarlos o experimentarlos. Me han hecho pensar que Volvo, Renault y Audi se justifican, que son consecuencias naturales de mi experiencia y no productos de mi sensibilidad crítica. Lo evidente no puede buscarse, y mi relación con estas empresas multinacionales se pretende de antemano resuelta: sabiendo lo que sé de los autos (nada en absoluto), pretendo saber «suficiente». Porque el pensamiento inmediato, prestado, suele satisfacer sus propios límites y se prentende resuelto. Vence, aunque en realidad (diría Unamuno), no convence.

¿Por qué hacer pensar sería prohibir el pensamiento? Al menos verbalmente parece una absurdidad. Si mi cerebro en efecto hace el trabajo de reconocer el logo de Volvo, por ejemplo, estoy en cierto nivel subconsiente, expresando un verdadero pensamiento. No podemos decir que el cerebro exprese o recibe activamente, sus relaciones con los objetos son más completos que eso: los cerebros no hablan. O sea, cuando yo concibo Volvo en realidad hay un universo de esta marca que se forma en mi ser, que es un modo de creación -probablemente ficticio, pero este es un blog de literatura, lo ficticio nos atañe-. ¿Por qué censurar este pensamiento? Me parece sencillamente que es una economía, pero como suele ser el caso con los procesos utilitarios: un riesgo se presenta en ellos, obvian voluntariamente el análisis.

El internet es otra economía, ¿por qué conocer los autores del modernismo si puedo conectarme a internet y buscar sus nombres? La pregunta no tiene mucho sentido, si uno se pone a razonarla, y sin embargo, nuestro cerebro hace la economía de estas consecuencias. Es importante ahorrar trabajo, ¿qué tanto? lo suficiente para volvernos absolutos ignorantes y máquinas de referenciar, pero no de saber. El arte de los retóricos sugiere un método tranquilo para convencer, acompañar al lector/espectador a través de un razonamiento para que este asimile la idea por sus orígenes y consecuencias, ¿será posible convencer por pensamiento crítico a personas que son incapaces de sostener la atención por un periodo de tiempo significativo? ¿no queremos tener de antemano todas las respuestas quizás en 140 caracteres o en una búsqueda de un par de palabras? ¿no es esto finalmente el objetivo del lenguaje?

Regresamos a un viejo método: el extrañamieto, descubrir el pensamiento como si nunca hubiera estado así, escribir Ovidio como si no estuviera escrito. En fin, hacer la tarea que nos corresponde como si no fuera una repetición. Anhelar la repetición, como los niños, que son finalmente los que tienen la mayor capacidad de aprendizaje. Que uno sea viejo no lo hace incapaz de pensar, pero pensar no es la tarea de los que se seducen o que ya están convencidos. Si uno busca simplemente la emoción en el arte… ¿no?

¿Y si todos quieren hacer arte pero ya no pueden? La creación en un mundo sin pensamiento podría bien volverse el desafío del siglo que viene. A lo mejor el chiste es no querer crear, hacer que crear sea una actividad repugnante e indigna, o mejor: aburrida, notoriamente aburrida, tardada, infinita, pero incapaz de empujarnos a la enajenación.

Critica emocional

12 Sep

Cuando uno se mete a analizar toma prestadas herramientas que no son propias al pensamiento crítico. Podría admitirse que hay una genealogía de las ideas y de las estéticas que no se presta a justificar que cualquier diferencia que pueda atribuirse a un arte se considere un elemento crítico. Y bueno, entrando en distinciones y genealogías en realidad uno no sale, pero me parece que la distinción es un paso adecuado para aclarar la posición del arte popular en medio de lo que el análisis considera.

Una definición que he usado de vez en cuando es que el arte popular es aquel que no requiere sostenerse frente a la crítica. La idea está sacada de un razonamiento del-huevo-y-de-la-gallina, porque no es el arte popular quien es incapaz de ajustarse a la crítica, sino que la crítica se inventó para desestimar el arte popular. Lo popular es casi intuitivamente, lo no intelectual, lo que si se sostiene, debe pasar por unas intuiciones y sensaciones que van ajenas al razonamiento excesivo y a las justificaciones argumentativas. Se puede argumentar por qué nos gusta lo popular, pero será un a posteriori, lo que en realidad nos gusta es algo experimentado e indecible.

Cualquier expresión popular puede estar bañadas de elementos propicios a la crítica, pues de hecho, ser popular no es una naturaleza que excluya la obra de arte genuina y de alto valor. Si hay algún valor estético que se maneje en academias y discusiones filológicas que verdaderamente se pueda oponer a lo popular será seguramente lo experimental. El experimento es aquello que rehuye a los géneros como la sombra se escapa de la luz, y lo popular en general abraza y desarrolla sus características genéricas para volverse accesible a un lector/espectador mínimamente educado. El culto a la novedad ha hecho que se desprecie mucho esta naturaleza genérica, pero si todo está hecho de antemano, resulta una queja vacía.

Y decía: hay cosas que la crítica toma prestada y no son del razonador sino del sentimental. La parte de la crítica que podemos aplicar prestamente al juzgar a un entretenimiento popular no es verdaderamente lo propio del pensamiento crítico, sino una estructura ajena que tomamos prestados para evaluar ciertos juicios y formular nuevas categorías. Muchos pensamientos han sido anteriores a la crítica moderna, y su uso debe ser entendido como un préstamo del nuevo crítico y no como un ejercicio estéril fuera de la práctica de este. Por ejemplo, el análisis narrativo no tiene nada que pedir a la crítica: la narración ha estado allí más o menos siempre, sin enredarnos en el pensamiento elevado.

Recordaremos además el gesto de Esquilo, que introdujo un segundo actor. Explico la referencia casi-mítica: el teatro antiguo constaba de un actor que representaba una pieza y todos los personajes de esta, Esquilo mete en escena un segundo actor para representar varios roles. Aquí nace el teatro moderno para los griegos. Lo que nos interesa a nosotros es la proximidad del arte narrativo por excelencia -contar cuentos-, y el arte teatral propiamente dicho. Una actuación cualquiera es un gesto de narración, y por lo tanto al efectuar una crítica cinematográfica que se focalice sobre los actores o los ritmos de narración, no estamos utilizando gestos propios del pensamiento crítico, sino antiguas tradiciones prehistóricas de toda civilización humana. Actuar es narrar simplemente, la mayoría de la comunicación humana, según dicen algunos antropólogos, no pasa por la palabra sino los gestos, silencios y demás expresiones que la presencia directa permite y que la esterilidad de un texto es incapaz de comunicar en sí misma. Narrar y actuar preceden al tiempo crítico, son de una genialidad convencional y popular, los teatros de variedades muchas veces requirieron los actores más versátiles y dotados, mientras que las películas alternativas pueden conformarse con actores menos dotados -compensarán, se supone, con elementos de tipos distintos pertenecientes a una estética de la tradición fílmica u otros-.

Ligar la narración y el actor -en tanto que personaje-, con el arte popular no podría ser una tarea más sencilla. Ambas características reconocen géneros ampliamente establecidos, personajes como la enamorada, el villano o el viejo sabio, narraciones como el amor prohibido, la misión del héroe o el misterio que se debe resolver. Estas herramientas, que no son propias a la crítica resultan propias y adecuadas para juzgar la valía del arte popular, y pueden aplicarse a este. Hay que mediar entre ellas el humor, que tergiversa también las corrientes estéticas, pues una belleza graciosa y una que se toma demasiado en serio son de una diferencia rotunda.

Nos vemos en otra ocasión.

Tomándose algunas libertades

20 Ago

Unas breves que creo necesario mencionar antes de adentrarnos en «el asunto»: primero, que vuelvo de mis vacaciones donde incurrí en el goce que conocemos como el silencio, pensé en el blog mas me apenaba un poco llenarlo en internet, en un camping y sin electricidad -me apenaba sobre todo porque dadas esas condiciones era imposible, y efectuar la imposibilidad es razón normal de vergüenza, como las diviciones entre 0-; segundo, que por razones que no explicaré ahora y acaso quedarán sin explicación para siempre, me debo una reducción de la producción de este blog, de por sí baja estas semanas -las anteriores a mi breve ausencia quiero decir-. Aclararé que lo referente a esta recurrencia menor son voluntades y puede darse el caso de que incurra en violar esta promesa de ser menos promíscuo con las entradas de este blog, mas la atención para mis más fieles lectores me parece por lo menos sana, si no necesaria.

Ahora una nota sobre el asunto de hoy: me pasa más seguido de lo que se requiere, que las personas me interrogan sobre el tema de la libertad. Se sabe que las discusiones terminológicas son literalmente de lo más literariamente estéril que existen, solo que en realidad es lo que traigo entre los ojos esta tarde y me parece poco sincero obviar el tema y dejarlo pasar. ¿Por qué las discusiones de lo libre vienen tan seguido en mis intercambios? Pues porque soy un sincero protector y admirador de la alteridad, como bien se sabe, y muchas veces esta alteridad es comprendida por los demás como una «opción» a lo que existe hoy día, que para mis interlocutores directos es lo Occidental. Por lo mismo, esta entrada puede ser bien vista como la primera que nos dirije en pos de discutir ese tedioso tema que es lo Occidental, que me siento moralmente forzado a discutir en este blog, porque sería asqueroso pedirle a una persona que pague por un ensayo alrespecto, o siquiera imprimirlo sobre árboles decentes. A entender que el género occidental no es de mi gusto, empezando porque es amplio. Pero igual, esta ocasión podemos decir que estoy en un prefacio respecto a esto, que predestinaremos en una ocasión futura a servir de referencia sobre lo libre.

Para decir que la Libertad es un concepto que la «occidentalidad» se ha ido apropiando más o menos a fuerzas. Debemos entender que ser libre es como suelen ser la mayoría de las ideas: algo turbio y sin mucha sustancia, por esto mismo la libertad vista desde cierto punto de vista es central. Y si tomo la dicha occidentalidad es sobre todo porque expandir los conceptos de Libertad a todo lo que pueden abarcar es inútil y fatigante, tanto la filosofía trascendente de la libertad como su empleo jurídico me parecen en nuestros fines -que son un poco literarios-, poco productivas y fatigosas. La libertad como objeto cultural, o sea, como aquello que se valora secretamente y sin comprenderlo de todo dentro de la sociedad que describimos en la literatura, es una cosa a entenderse y no es vana. Yo siento que soy libre, ¿qué es ese sentimiento exactamente? ¿cómo es algo muy occidental y por qué esta sociedad sentiría más/diferente un valor tal dentro de su seno que cualesquier otra sociedad? Este tipo de preguntas me parecen más o menos legítimas y trataré de responderlas.

No se puede pensar en la Libertad sin fijarse en el Futuro, me gustaría referir a las distintas nociones del tiempo que Octavio Paz refiere en el Arco y la Lira para referir a la Modernidad. Lo moderno necesita del futuro para existir, de un futuro para el que vivimos como si fuese un hecho, y solo en concepciones del mundo en que el futuro se presente como algo de gran valía podemos hablar de Libertad. Ahora, supongamos que usted ya compró lo que la Modernidad le está vendiendo, ¿cómo se puede comprender el Futuro sin la previsión? No es que los animales carezcan de futuro, mas su capacidad de anticipar sus necesidades es notoriamente menor que la del hombre, al grado que si una fuerza externa y poderosa dispone -como la naturaleza o el hombre-, una raza animal puede ser erradicada sin que pueda a ello oponerse. El hombre propiamente moderno ya contempla diariamente su erradicación terrible y posible, no solo personal sino cultural, el genocidio y la destrucción mundial para él, no son más teorías insensatas sino amenazas reales. Solo porque puede fijarlas en el futuro como un hecho real, en el límite de lo posible.

La obsesión con la posibilidad y la probabilidad están relacionadas con la libertad, y para que las cosas sean posibles se requiere un mínimo circunstancial, vaya pues, la posibilidad de la vida. Por ende, la Libertad va de mano con la saciedad, o para ponerlo de un modo más grosero, con la necesidad. Sin Necesidad no hay Libertad, solo soy libre mientras puedo saciar mis necesidades, si no puedo contemplar necesidades en mi futuro y presumirlas saciadas, mi libertad deja de existir; del mismo modo, solo soy libre en la medida en que tengo necesidades, si no requiero nada, no tengo necesidad de contemplar el futuro, y por ende no soy libre tampoco. Solo porque somos mortales tenemos futuro y libertad, por lo que la trascendencia transgrede un poco nuestra sed de libertad, creemos mejor en la libertad absoluta que es más un delirio de omnipotencia que un verdadero valor cultural, y poco tiene que ver con lo que se nos inculca.

El consumismo, cuando produce necesidades artificiales se halla en el colmo de la libertad, pues más necesidades a saciar se nos figura como más futuro y por ende, más libertad. Proposiciones óptimas en el entorno dicho occidental, donde la necesidad ya no se considera vital ni biológica, sino adquirida e inculcada. Hemos dicho pues liberté, y como esto nos faltan otros tres aspectos.

Obra toda

18 Jul

Siempre he sido, y espero siempre ser en cierto grado, un lector propenso al error. Pero hay errores indeseables y hay otros que no solo se esperan, sino dan esperanza. El error de la ortodoxia es uno que me gustaría evitar, porque me supondría tener un método para abordar cualquier obra, y no solo suena a pedantería sino que es el equivalente a jugar a los dardos con los ojos cerrados. Me dirán que dominar el tiro de flechettes a ciegas requiere maestría, por supuesto que sí, pero la lectura es como tirar la flecha de Guillaume Tell, la parte sorprendente no es el espectáculo, sino el riesgo personal. Sin riesgo personal, ¿cuál error importa? Pues a final de cuentas si la lectura no es propia, si no lo concierne a uno, pues no es lectura todo simplemente. El que viste una lectura critica para venderla no actúa como un verdadero lector, ya sabrá Dios y su prójimo si de veras lee -no nos lancemos en generalidades que sean más torpes que lo estricto necesario-.

Entonces, decía que la experiencia de fallar una lectura, o no fallarla -no es una competencia, leer- sino mejor dicho mediarla por otra, ponerla en duda, reinventarla; esa experiencia es una satisfacción necesaria que debe llegar cada cierto tiempo. Ya saben que soy desertor de los que se agarran de los valores como excusa para no aceptar el cambio. Otra persona así, Ana Montes, me mostró algún objeto que acaso yo banalizaba il y a deja quelque temps. La obra de Ana Montes, fragmentaria y varia, se extiende sobre todo en lo audiovisual, la poesía y algo de teatro. Yo la he presenciado poquísimo. Tal vez precisamente por mi mirada a migajas me hallé un poco empecinado en hallar un hilo conductor del todo, ¿ya ven? Inventarle una identidad al corpus, en eso consiste. Pero nunca antes había tenido la experiencia interpersonal con un autor, un tipo de intercambio que siendo yo principalmente y antes de todo un purista de las letras -habrá notado el lector que llevo cientos de entradas sobre todo teóricas, divagando en distintos temas casi siempre desencarnados-, me llegaba de lo desconocido. ¿Cuánto importa la persona del autor en su obra? Yo le atribuía un falso valor fantasma, en algún momento. Luego visto del otro lado, la obra hacia al autor, fui hallando tal vez relaciones más sustanciales.

Para decir que lo mágico y lo inexplicable si forman parte de la obra. Uno las escupe un poco dada la densidad de su alma, la necesidad de producir algo, de crear. Tienen partes de uno que ni siquiera son de uno, predicen el futuro, son como el sueño de Jung. Me acuerdo que comenté algo sobre la lucidez que sugería Chirbes en una de sus novelas, la lucidez como valor del autor: no ser sincero sino presentir. Creo que esta lucidez puede cómodamente tener algo de autismo, tener un espacio cortado como los agujeros que tenían otros hermanos lectores que eran finalmente, también suicidas. Que el suicidio forma parte también de una lucidez que se nos figura a veces macabra, pero tiene bastante de natural. La obra también es un suicidio simbólico, porque si uno tuviera que bancarse sus obras tal vez se moriría, aunque sea de pena, aunque sea de misterio. Igual no siempre es el caso, lo fundamental es que la obra y el autor, es una relación difícil de simplificar, yo no hubiera entendido esto, la relación a veces no me ha importado gran cosa, pero en mi última novela fui entendiendo que podía ser parte del todo pues, que la relación es parte del mensaje.

Es curioso, por no decir otra cosa. Si les parece evidente, acaso he fallado en expresar mi estupefacción respecto a la significación de todo esto, tal vez necesiten vivir ustedes mismos la experiencia. En sí ver el futuro no me sorprende ni me intimida, la profecía y los oráculos son uno de los primeros géneros literarios del alma humana. Ana ha obrado tal vez en la psicohistoria de Asimov por tanto trabajar en los géneros populares, o simplemente los astros y Jung le han permitido traspasar ese velo que divide la adivinación fraudulenta de la verdadera predicción. Esta característica a nivel personal tiene poco o acaso nada de artístico, como las señoras que controlan a sus hijos con la mente ¿no? Pero es elocuente sobre lo que puede ser nuestra alma. Es forzosamente otra posibilidad de leer, un objeto que nos aproxima al gesto místico y a la verdadera lucidez, como de los escritores suicidas o moribundos. La obra total tiene algo que escapa a la explicación racional, y esto no pocas veces es la muerte. Ignoro si vale la pena hacer obras totales, pero si me experiencia puede comprobar su existencia, y si el lector es tan generoso que me puede creer por palabra lo que le estoy relatando ¿no es esto una revolución suficiente en la forma de leer? ¿no escapa en cierto modo a la ortodoxia del escépticismo como valor primero de la posición crítica?

Me lleva a pensar que errar es sagrado.

Serie de preguntas

10 Jul

El cuestionario o test es un género sumamente popular que supone el uso rudimentario de la estadística para cierto fin, que regularmente resulta imposible calificar con estadística. Su dimensión es lúdica y colorida, debemos pensarlo como un valor estético antes de preguntarse si tiene resultado, o si los resultados que tiene son pertinentes. Ya por ésto debería bastar para llamarlo literatura.

Es interesante notar que el cuestionario es un género basado en la crónica, entiéndase, que se liga al tiempo en el que es efectuado. Lo que no impide por supuesto tratar ciertos valores existenciales por medio de esto, y estos pueden ser siempre alterados por otro test aplicado a futuro. En esto si se parece a la estadística, existe un márgen de error o rectificación que depende de la información. Gracias a esta característica temporal el cuestionario habita las revistas mensuales y semi mensuales, además del medio escrito temporal por excelencia: internet.

Además ayuda la dimensión lírica que muchos de estos textos sugieren. Recordemos que a la suerte de las novelas interactivas un cuestionario siempre exige la respuesta directa del lector en parámetros controlados, y se vuelve practicamente una entrevista auto aplicada. Un placebo para los hipocondriacos de la intimidad. Lo que es genial cuando la práctica del internet tiene mucho que ver con mirar detenidamente el propio ombligo, aunque admito que las capacidades estéticas del género superan por mucho esta práctica casual. Muchos cuentistas experimentados se han adentrado en este género, casi siempre recurriendo al humor. La narrativa parece haber absorbido toda esta dimensión popular del cuestionario para volverlo casi un género de humor, incluso los comediantes hacen uso de este.

Sin duda la poesía se ha apropiado de esta forma con objetivos menos bromistas. Un mínimo de lucidez revela hasta que punto el propósito lírico del cuestionario es una tragedia: por medio de preguntas consecutivas se va revelando una faceta presuntamente oculta de uno mismo, con una suerte de narrativa propia que hace que conforme uno se aproxima al final la cuestión se establece de una manera sólida y que el lector ya puede preveer. Pero también tiene algo de verdad dialógica, porque si bien los interrogatorios regulares suponen al menos dos personas el cuestionario sucede en un momento, y solo uno lo ejecuta. Encontramos en este interrogarse una búsqueda de la verdad, una consecuente formación de las condiciones propicias para lo cierto. Muy filosóficamente hemos deshebrado un universo y lo hemos reconstituído en un grupo de formulas mágicas que lo definen y que el joven alquimista debe sortear por sí mismo persiguiendo acaso finales diversos.

Y hablando del final del cuestionario, muchas veces parece la moral de un fabulista. Se ha establecido una circunstancia, se ha narrado su proceso fundador que atina en ser una suerte de mitología ficticia de su propia cuestión, y finalmente llega un veredicto totalizante que intenta responder a lo que el aventurero busca al emprender su viaje. No todos los cuestionarios buscan ser igual de aleccionadores, mas proponer un resultado presupone determinada comparación, y finalmente se deriva entre la condenación y la distribución metódica de premios para cada persona. Varios tests tienen este modo, como aquellos que asemejan al lector a determinado arquetipo, personaje u oficio; simplemente se expresa por ellos la idea de la variedad, definida de antemano y necesaria para que el cuestionario mismo pueda ser compuesto. Es una suerte de engaño: diríamos que las preguntas forman el resultado final del cuestionario, mas la mayoría del tiempo estos resultados existen a priori y hay que llegar hasta ellos por algún camino. Son finalmente métodos de escritura, todo cuestionario presupone no solo determinada narrativa sino cierta dinámica de la creación literaria que es la producción de principios parciales y de finales. Todo cuestionario es en realidad antología de cuentos.

Seguramente la compulsión inmediata de algunos lectores será: quiero un cuestionario literario. Mi intención inicial era en efecto, armar un cuestionario directo sobre la escritura, solo que ya ven que me extendí de lo que debía ser un párrafo introductorio a toda una explicación genérica. Me disculpo por esta reacción, suelo tener este ánimo de completud de vez en cuando y me dejo ir en este blog. El punto de cuestión siendo: ¿qué podríamos esperar de un cuestionario literario? ¿no sería una explicitación del tipo de preguntas que cualquier libro nos postula cuando volteamos sus páginas? De hecho ha de poderse emplear de manera ejemplar y lograr un efecto propio muy directo, creo que la interacción con el lector es una variable siempre interesante, tal vez demasiado simplificada en el concepto lírico del test. Pero a su vez, si leemos un cuestionario como si se tratase simplemente de otro cuestionario, ¿no vence esto el propósito de la revolución de sus formas? ¿deberíamos leerlo como a una novela o un poema? ¿no se requiere de antemano una estrategia y una capacidad para abordarlo y hacerlo una experiencia única?

Por algún motivo presiento que es el lector y no el escritor que se encuentra en ese texto. Entonces la ausencia de género definido me desarma, la idea de una pregunta que no presuponga su respuesta supera un poco, me parece, al lenguaje convencional.

Suena árduo, mas lo pensaré, ¿por qué no? Hacer cosas imposibles es parte del trabajo.

Ni a cuento

1 Jul

Me pasa que trato de imaginar cómo fueron las cosas, y cómo serían de ser diferentes. Pedirle que esto no sea así a cualquier aficionado a la literatura sería absurdo, el primer gesto de una imaginación narrativa es desbaratar cualquier objeto absoluto y sensato en una colección de microcuentos. Luego uno hace el amenagement, se suponen hipótesis, se arma una estructura correcta y se vuelve al instante presente (a la lectura) con la pregunta tranquila de «dónde estamos».

Este tipo de pregunta, la dónde-estamos, la quiénes-somos, la por-qué-así y la cuándo-soy no son sino estas preguntas estilo refresh, como el navegador que reestablece conexión con el servidor de determinada página web. Nosotros no somos ni la página ni el navegador, pero nuestras preguntas tienen ese caracter exploratorio y tentativo, pretenden algo, seguramente, más es idiota presumir que se sabe de lo que se trata.

Entonces decía que como a todos nosotros -porque si me han tolerado ya, por fuerza tienen alguna vena literaria, aunque sea un vaso-, la situación del hipotético es necesaria. Fatigosa tal vez, inútil seguramente, pero del todo natural. Yo a veces me pongo a balbucear argumentos que apenas tienen sentido para mí y supongo que otros podrán hallarlos acaso más sensatos. Me pregunto por ejemplo, con quién ando, y a veces también, por qué elegí la belleza.

Si queremos hacer cualquier cosa con nuestro pasado y nuestras creencias no podemos suponer un órden inmediato. Las cosas no tienen sentido por sí mismas, alterar el universo es volverlo banal, tacharlo de innecesario y por lo tanto aceptarlo como tentativo. Si yo quiero que el universo exista solo tengo que suponer que no existe, entonces se dibuja como una figura ideal que podemos tratar. Quizás no existe el universo, pero la idea de un universo que podría existir definitivamente es cierta. El presente que seguramente existe necesita un mundo hipotético que igual podría existir para no entrar a un órden inmediato y necesario. Porque lo necesario, lo siempre presente y lo evidente no pueden medirse sino en tanto que mentiras. Medimos la mentira contra la realidad, por absurdo que parezca, para discernirnos a nosotros mismos.

O sea yo elegí la belleza, y postulándolo como una elección, y en toda evidencia, podría haber logrado otra cosa. ¿Qué sería? Tal vez no tiene sentido para mí, sería más válido preguntarse en qué consistió mi elección de la belleza que en listar todas las posibilidades con las que compite. Pienso que la belleza es primeramente, un estado donde la felicidad es accesible, donde el riesgo a muerto. Son los que han humillado sus cuerpos los que pueden alcanzar cualquier felicidad duradera. Sin hambre, sin miedo, sin estrés, la felicidad nos parece más bien evidente. Existe una barrera mental después, un poco más arriba de la esfera del estrés, donde la nostalgia, la duda, la identidad, la imposibilidad, lo indecible, la muerte, el olvido, los demonios, las fuerzas celestes y de la tierra, la magia, las brujas, el verdadero azar y el talento hacen su nido. Cualquier número de ideas que también podrían oponerse a la felicidad, ¿no? Pero si no lo hacen la belleza nos es accesible.

Antes no era yo tan feliz, o mejor dicho, mi felicidad no bastaba para hacer de esta elección a la felicidad una actitud verdadera. Pienso también que simplemente podría ser que entonces no la escogí, en otro tiempo en que no permití que me importaran cosas de apariencia o de sensación y me justifiqué en ideales juveniles que me parecían todo. Los ideales también son elegidos por ser bellos, pero en su demencia absoluta nos hunden en un abismo donde la felicidad no es casual. La belleza es común y podemos encontrarla, no se gana por medio de la guerra ni representa en realidad un mérito. Si nos acercamos a ella es un objeto como es y ya está.

Sé del mismo modo, que la elección de la Soledad, tiene algo de irónica o cansada. El gusto por la soledad, por el desamor, es algo que sin duda se halla en la más sencilla sicología, en el hombre que se ha dado por abandonado. Se trata de un probable error, pero admito que hay cierta ceguera en mi propósito: ¿cómo se puede abogar por una vida llena de la vida de los demás si uno se empeña en escribir textos en la soledad de su cráneo? ¿se puede la literatura sin una pretensa de ejercicio aislado y de la generación de un yo-íntimo que se anima por estar aislado?

Las preguntas son, por supuesto, literarias. En realidad estas ficciones no se trasladan a la realidad en un valor de hecho, sino en una simple negligencia mental. Mi arrogancia y el azar me han lanzado con frecuencias a lugares donde puedo estar, sin añorar el grupo o la felicidad. Los hechos están ahí, casuales como la belleza, abundantes. Si uno no los cuestiona ¿a qué cuento vienen no?

El conflicto no es malo

11 Jun

Esta semana salgo a Paris para una acción administrativa, si algún lector curioso se halla por ahí en estas fechas, puede mandarme un mensaje mañana para poder vernos y discutir ¿no? ¿Qué tiene de malo? Pero si ustedes son de los distraídos y se dicen algo como «pero usted de todos modos apenas postea en este blog»… Pues, supongo que es ahora que pierdo la sutilidad y les explico qué está pasando ultimamente.

Recordemos uno de los problemas del artificio: la inteligibilidad. Podemos doblar los códigos de lectura pero luego se rompen, la secuencia, el lenguaje, los neologismos… El lector necesita ponerse al día con estas nuevas reglas que acaso suceden al momento mismo que leen. ¿Nunca han llegado a un texto y sentido que algo les falta? Bueno, eso es lo que busco aquí, en parte. Y que no les moleste, que sean mis lectores, los de sangre fría, que llegan a un texto no esperando nada y esperándolo todo. Si ustedes son así, y prestan atención al detalle habrán notado una reciente adición a la presentación de la página.

(Dejo que en este momento la busquen)

Cortazar empieza Rayuela con una propuesta, con el «manual de uso» del libro. La entrada que están leyendo también es una suerte de manual de uso. Explicaré el por qué y el cómo, de lo que hace que el concepto que empleo funcione y al mismo tiempo falle miserablemente, y que sencillamente vuelven el acceso a este blog practicamente imposible.

Como dirían mis amigos de la facultad, I’m a jerk.

Entonces, les recuerdo que hace unas entradas dije que empezaría a borrar mi blog, porque el sistema que busco tiene que ver con la temporalidad y la caducidad del discurso escrito. Esto lo descubrí buscando en Yahoo -en una época pre-Google-, cuando buscando determinado poema o frase, llegaba a una página que el triste servidor de Geocities había evacuado. Entendemos que conforme los servidores se vuelven progresivamente más baratos se vuelve menos fastidioso mantenerlos funcionando. Pero la verdad es que todos desaparecerán, lo que se escribe en internet no se queda, tiene fecha de caducidad escrita. Esta lección la expandí hacia mi blog, aceptando que su final estaba escrito en su principio aunque la voluntad de WordPress fuera conservarlo. Mi paso poco sutil y a veces exagerado fue sencillamente borrar.

Por supuesto, borrar por borrar es una práctica extraña, no una cuya estética pueda interesarnos. Opté entonces por el reemplazo, en escribir sobre viejas entradas. ¿Elegante? ¿triste? Ni idea, a ustedes de juzgar. Supongo que el efecto es sencillamente desafiar un poco el sistema cronístico que de todas maneras nos parece evidente al usar internet, que el pasado ha permanecido y no puede cambiar activamente. Y si acepto que usted puede llegar a mi blog sin leer las entradas en orden, espero también que pueda por accidente describir una novedad que para usted no tenga nada de nuevo. Una construcción temporal del todo extraña.

Esta es la primera de las Eras de este blog, las que pueden seguir de manera más o menos fiel, en la categoría de «Era». Hallarán ahí los que han leído todo el archivo, sus respectivas novedades, como una segunda línea de nuevas entradas que se van añadiendo a esas que ya se consideran nuevas y aparecen en la página de entrada. Puedo considerarlos por este medio advertidos: Las Eras cambian la manera en que este blog debe leerse. Tenemos una sola Era -por lo pronto-.

No se enfurezca si el juego le parece ridículo, recuerde que también Arguedas expresó su disgusto a la entrada de Cortázar. Considero que este blog es innecesario, y por lo tanto puede e incluso debe transformarse. Luego añado una página para que futuros lectores tengan la oportunidad de verificarla y entiendan como leer esta era, tan solo para que el movimiento no sea alienante para los recién llegados. No espero que haya un orden en este blog: ni índice, ni instrucciones. Ya he planeado esto también en otras medidas que luego comentaré, cosas que digo y ya presupongo sin que crea que requieran explicación. Porque el tiempo, aquí, no existe.

Espero que la nueva convención les convenga.

El hombre lápiz

31 May

La literatura tiene muy poco a nada de utilitario, y esto ha llevado al fracaso a muchas corrientes de pensadores bastante sensatos que se decidieron a abordarla. Una muy típica y bien discutida es la de los escritorespolitizados,itinerantes o simplemente partisanos. Pocos escritos con fines sociales así de inmediatos han logrado alcanzar un grado de reconocimiento.

Ahora el reconocimiento no podría ser menos ambiguo porque aquellos que juzgan la literatura rara vez lo tienen muy claro. Su negocio es juzgar los textos, pero como toda agenda política, reciben críticas en las observaciones inmediatas y no en la medida de que su historia personal los cimenta. Los críticos corren el peligro de pasar demasiado tiempo labrando una fama y demasiado poco criticando, de volver la acción misma de la crítica un proceso utilitario en vez de uno autónomo.

Menciono el utilitarismo porque es parte de la farsa que confecciona la literatura, de su mito fundador. La idea de que hay más en un texto que la sola experiencia de un hombre (el lector), sino que puede tirarse de ella una trascendencia. Es un meollo religioso. La política también tira su justificación moral de alguna noción de valores trascendentes, es la existencia del hombre finalmente que transforma el utilitarismo en un sentido, en una justificación. Es como comprar libros porque están baratos, más que porque los vayamos a leer. Otro tipo de utilitarismo sería comprar libros porque vamos a leerlos, ya sea por una necesidad inmediata como la escuela o por una afición bien comprobada que estos nos remiten. La verdadera literatura no puede tener su causa o explicación en uno u otro de estos fenómenos mercantiles, ni es objeto de una manipulación externa que la valoriza (el precio del mercado), ni de una sistela que la coloque en lo inmediato. La literatura no es un ya, fortuito, no es una solución ni una respuesta a ninguna pregunta.

Helas, ¿por qué pintar una literatura tan inescrutable que no podamos relacionarla con la vida? El argumento de la literatura (por qué la literatura) no tiene sentido si se aleja del todo de nuestra existencia inmediata. No necesitamos prestarle un valor más allá de lo inmediato para tenerla. Pero en sí este es el asunto: no necesitamos los textos, hay gente que se pasa muy bien de la literatura por toda su vida y tienen vidas estéticas estimulantes por otras expresiones artísticas, por el viaje, el deporte o simplemente el diálogo interpersonal. El arte como función es el arte como defunción, al momento de materializarlo o de conceptualizarlo completamente se vuelve letra muerta.

El arte es un proceso productivo, pero es muy sencillo volverlo una forma estéril. La literatura estimula el pensamiento y la reflexión, pero también nos ayuda a descubrir que demasiado pensamiento o reflexión deshumaniza la existencia. Sirve para todo y su contrario, característica de las cosas que simplemente son y uno se empeña en sojuzgar.  ¿Para qué queremos un arte útil? ¿Necesitamos hallar poemas impresos en nuestra vajilla? Claramente tememos perderlo. Y aquí marco la diferencia entre la naturaleza abstracta y semitrascendente que le prestamos al arte y aquella del utilitario: si nos primamos el fin en vez de los medios nunca encontraremos casualmente al arte. Puede ser un medio para muchas cosas pero siempre será una pirueta innecesaria. La necesidad única que tiene es la de la manifestación de la pirueta, que sisentela, y eso es todo. La existencia banal de todos los días no puede pedir prestado el arte pues de todas maneras lo desvirtúa. No hay arte cotidiano, ni siquiera para el artista. Por esto los «escritores profesionales» son una paradoja extraña, existen en un sitio donde no se puede estar realmente, sostenible tan solo porque el trabajo también es una paradoja en sí misma para las sociedades occidentales, y tiene su dósis de innecesario y falso.

En los tiempos de crisis el arte se revitaliza, se reinventa. Este es un ciclo recurrente que los historiosos confirmarán. La crisis es un evento donde la acción pierde su estado productivo, donde reivindica nada y hace muestras de impotencia. Se confunde esto con cierta poesía que pinta a sus autores como dioses finalmente incapaces de nada cambiar. Es una acción del incapaz, como una erupción de un mundo donde no se puede permanecer quieto en el mismo lugar, a fuerza de intentarlo. En tiempos de crisis, cuando todos quieren salvarse pero no hay forma, el arte recupera su estatura trascendente, también lo hacen así la religión y la felicidad. Cosa extraña, es también cuando la acción convencional peca de inútil y las convenciones de inhumanas. ¿El arte y la felicidad no serían pues parásitos de nuestro mal?

Propio o prestado

21 May

Cuando estaba más animado en este tema general de la palabra oral y mis podcasts me sucedió un problema técnico que me mandó a seguir con otros planes tradicionales, valdría decir que es interesante como el error inmediato y lo inesperado se asemeja a la palabra hablada mientras que en la escritura hablamos de un plan, de una presentación y un artificio.

Es curioso precisamente porque evaluamos al orador en la medida de lo contrario, la ejecución perfecta de un texto es el trabajo de un actor, pero la improvisación, la verbosidad inmediata y la respuesta nos parecen las más genuinas muestras de inteligencia. Lo improvisado, lo accidental, no se planea. Nos habla de un subconsiente que es poderoso y cuya influencia no pocas veces nos parece magia.

La inteligencia, sin embargo, no consiste en el dominio de las palabras y la fácil secuencia elaborada de ideas. Todo esto contribuye pero difícilmente se trata de una medida del alma genuina. Es fácil aceptar esta descalificación general, pero de todos modos se conserva cierta veneración al buen hablador, porque hablar bien es una fuente constante de dos cosas que no pueden faltarle al ente moderno: exterioridad y envidia.

Pienso en un género altamente artificial que supone la palabra: el debate político. De entrada, suponiendo que uno admite que lo política vale algo -para fines del argumento-, debería reconecerse sin dificultad una primacía de las ideas. No es importante tanto la personalidad sino un proyecto conceptual. Pero cuando hablamos de comunicación la diferencia no existe, y los políticos son comunicadores. Esto no se puede discutir, actualmente la utilidad social del político presupone la representación: una suerte de personificación de los intereses de las personas que el político representa. Si no es mejor para defender y argumentar sobre los deseos de los cuidadanos que le han confiado su misión, el político no es nada. Entonces por fuerza la importancia de la representación y la forma es básica en el debate, presupone una correcta concepción de la función política. Por supuesto, en el caso concerniente a las elecciónes directas el debate no es de ningún modo una discusión.

¿Por qué la maestría del habla parece inclinarse al empleo de fórmulas y se asemeja a la expresión escrita que tanto presumen los literatos? Pues la falta de variación, la eternidad, un discurso que tiene un impacto perfecto, eso solo viene de la palabra como objeto, del texto pues. Mientras que la estética del texto busca la fugacidad, intenta, como poesía, recuperar el valor que marca el momento, la fugacidad que solo viene de una reacción genuina y no preparada. ¿No he mencionado antes que no soy de los que espera ser sorprendido? Sin embargo admito que la poesía tiene belleza porque se reproduce de una manera performativa, no por hallarse en estado de letra muerta. Una situación que permitiría la cohabitación de estos valores es bastante sencilla y se reproduce en la más sencilla estética: buscamos los valores que complementan naturalmente nuestro arte, lo diferente, lo que falta, es una fuerza de belleza. Así el discurso querrá ser texto y el texto palabra, ambas búsquedas se admitirían legítimas.

Una contradicción directa de estos valores no desmantelaría del todo nuestro argumento, hay muchos elementos en que la palabra viva o muerta puede suponerse idéntica, no hay una negación absoluta entre ambas y su aproximación puede también prestarles nuevas evaluaciones estéticas. Yo digo que un discurso puede ser bello por sus pausas y cómo suena, del mismo modo un texto solo puede alcanzar esto por una suerte de imitación, sea tipográfica o enunciada. Al acercarnos a otro objeto consideramos de nuevo una escala de valores ajena. Se me ocurre por ejemplo la belleza de la mujer africana, cuyas facciones tienen formas variadas y no se nos figuran tan definidas como las de regiones más «blancas». Si uno aproxima la fisionomía de una negra a la fisionomía blanca, uno empieza a valorarla en una escala de parecidos y no «por lo que es», entiéndase, «por la experiencia que le es propia». Llamaremos sistela, la experiencia que le es propia a cualquier objeto, por el simple hecho de ser tal. Cualquier otra experiencia por fuerza le viene de un sentir de lo exterior, de una consecuencia.

Establecido esto, tal vez no haya sistelas puras, pero nuestro objetivo aún no consiste en probar una existencia, sino sencillamente -por lo pronto-, ganar una palabra. Ya luego podemos preocuparnos por lo demás que en apariencia estamos discutiendo.