Unas breves que creo necesario mencionar antes de adentrarnos en «el asunto»: primero, que vuelvo de mis vacaciones donde incurrí en el goce que conocemos como el silencio, pensé en el blog mas me apenaba un poco llenarlo en internet, en un camping y sin electricidad -me apenaba sobre todo porque dadas esas condiciones era imposible, y efectuar la imposibilidad es razón normal de vergüenza, como las diviciones entre 0-; segundo, que por razones que no explicaré ahora y acaso quedarán sin explicación para siempre, me debo una reducción de la producción de este blog, de por sí baja estas semanas -las anteriores a mi breve ausencia quiero decir-. Aclararé que lo referente a esta recurrencia menor son voluntades y puede darse el caso de que incurra en violar esta promesa de ser menos promíscuo con las entradas de este blog, mas la atención para mis más fieles lectores me parece por lo menos sana, si no necesaria.
Ahora una nota sobre el asunto de hoy: me pasa más seguido de lo que se requiere, que las personas me interrogan sobre el tema de la libertad. Se sabe que las discusiones terminológicas son literalmente de lo más literariamente estéril que existen, solo que en realidad es lo que traigo entre los ojos esta tarde y me parece poco sincero obviar el tema y dejarlo pasar. ¿Por qué las discusiones de lo libre vienen tan seguido en mis intercambios? Pues porque soy un sincero protector y admirador de la alteridad, como bien se sabe, y muchas veces esta alteridad es comprendida por los demás como una «opción» a lo que existe hoy día, que para mis interlocutores directos es lo Occidental. Por lo mismo, esta entrada puede ser bien vista como la primera que nos dirije en pos de discutir ese tedioso tema que es lo Occidental, que me siento moralmente forzado a discutir en este blog, porque sería asqueroso pedirle a una persona que pague por un ensayo alrespecto, o siquiera imprimirlo sobre árboles decentes. A entender que el género occidental no es de mi gusto, empezando porque es amplio. Pero igual, esta ocasión podemos decir que estoy en un prefacio respecto a esto, que predestinaremos en una ocasión futura a servir de referencia sobre lo libre.
Para decir que la Libertad es un concepto que la «occidentalidad» se ha ido apropiando más o menos a fuerzas. Debemos entender que ser libre es como suelen ser la mayoría de las ideas: algo turbio y sin mucha sustancia, por esto mismo la libertad vista desde cierto punto de vista es central. Y si tomo la dicha occidentalidad es sobre todo porque expandir los conceptos de Libertad a todo lo que pueden abarcar es inútil y fatigante, tanto la filosofía trascendente de la libertad como su empleo jurídico me parecen en nuestros fines -que son un poco literarios-, poco productivas y fatigosas. La libertad como objeto cultural, o sea, como aquello que se valora secretamente y sin comprenderlo de todo dentro de la sociedad que describimos en la literatura, es una cosa a entenderse y no es vana. Yo siento que soy libre, ¿qué es ese sentimiento exactamente? ¿cómo es algo muy occidental y por qué esta sociedad sentiría más/diferente un valor tal dentro de su seno que cualesquier otra sociedad? Este tipo de preguntas me parecen más o menos legítimas y trataré de responderlas.
No se puede pensar en la Libertad sin fijarse en el Futuro, me gustaría referir a las distintas nociones del tiempo que Octavio Paz refiere en el Arco y la Lira para referir a la Modernidad. Lo moderno necesita del futuro para existir, de un futuro para el que vivimos como si fuese un hecho, y solo en concepciones del mundo en que el futuro se presente como algo de gran valía podemos hablar de Libertad. Ahora, supongamos que usted ya compró lo que la Modernidad le está vendiendo, ¿cómo se puede comprender el Futuro sin la previsión? No es que los animales carezcan de futuro, mas su capacidad de anticipar sus necesidades es notoriamente menor que la del hombre, al grado que si una fuerza externa y poderosa dispone -como la naturaleza o el hombre-, una raza animal puede ser erradicada sin que pueda a ello oponerse. El hombre propiamente moderno ya contempla diariamente su erradicación terrible y posible, no solo personal sino cultural, el genocidio y la destrucción mundial para él, no son más teorías insensatas sino amenazas reales. Solo porque puede fijarlas en el futuro como un hecho real, en el límite de lo posible.
La obsesión con la posibilidad y la probabilidad están relacionadas con la libertad, y para que las cosas sean posibles se requiere un mínimo circunstancial, vaya pues, la posibilidad de la vida. Por ende, la Libertad va de mano con la saciedad, o para ponerlo de un modo más grosero, con la necesidad. Sin Necesidad no hay Libertad, solo soy libre mientras puedo saciar mis necesidades, si no puedo contemplar necesidades en mi futuro y presumirlas saciadas, mi libertad deja de existir; del mismo modo, solo soy libre en la medida en que tengo necesidades, si no requiero nada, no tengo necesidad de contemplar el futuro, y por ende no soy libre tampoco. Solo porque somos mortales tenemos futuro y libertad, por lo que la trascendencia transgrede un poco nuestra sed de libertad, creemos mejor en la libertad absoluta que es más un delirio de omnipotencia que un verdadero valor cultural, y poco tiene que ver con lo que se nos inculca.
El consumismo, cuando produce necesidades artificiales se halla en el colmo de la libertad, pues más necesidades a saciar se nos figura como más futuro y por ende, más libertad. Proposiciones óptimas en el entorno dicho occidental, donde la necesidad ya no se considera vital ni biológica, sino adquirida e inculcada. Hemos dicho pues liberté, y como esto nos faltan otros tres aspectos.