Si usted es uno de los que escucha las noticias espero que me perdone, yo no las escucho devotamente y hablar de las costumbres ajenas es grosero. No es mi afán ser grosero -hoy-, de hecho no creo estar por decir nada verdaderamente… pero bueno, la sensibilidad, usted sabe… Además, calificar algo, sobre todo alguno es algo agresivo y aunque me gustase proceder de otro modo, no voy a dejar de hablar por usted, así que si quiere permitirse el riesgo de irritarse puede seguir leyendo.
Pero en serio, no se va a ofender, no hay por qué, estoy improvisando una introducción.
Según los estudiosos de los medios masivos, no es tan interesante ver lo que se dice, sino tratar de entender por qué se dice. Ya hoy en día la noción de que la información es un negocio no debería sorprender a nadie, solo que a veces falta el trabajo crítico para identificar entre información e información. Tomemos internet, una fuente de información inadulterada de increíbles dimensiones, ¿cómo se elije qué es noticia? -y entrados en detalles, ¿cómo se elige qué es la historia?-, definitivamente se percibe un criterio más allá de lo económico.
Entonces, si usted lee un periódico cualesquiera, no está leyendo la información que es importante, sino la que alguien quiere que usted piense importante. A lo mejor no es bueno que la información que llegue a los hogares motive un ataque crítico sobre los sistemas financieros, a lo mejor hablaremos de criminalidad y desempleo en su lugar. Puede hacerse un vínculo superficial entre la falta de trabajo y el crimen, como también puede hablarse sobre que las finanzas arruinan y hacen perder el trabajo, ¿por qué dentro de estas cadenas ligadas de información una parte parece recibir siempre exposición y la otra no? Para no entrar en cosas muy complicadas vamos a decir que hay «intereses».
Ahora, si la labor de los medios no es convencer a las personas de un punto de vista, sino hacerlas discutir sobre un tema en vez del otro, se tiene que los medios serían muy exitosos. Porque no es un problema de objetividad, se puede ser perfectamente objetivo e imparcial al enunciar una realidad que a nadie le interesa, sin dejar de ocultar otra realidad suprimida y que no haya lugar en el discurso. Nótese que los medios no censuran verdaderamente temas como para formar un tabú, sencillamente no los presentan, no los promueven como la comidilla social que debe discutirse en cada casa.
Esto puede trasladarse a todas las esferas del discurso público -siento que soy redundante, el discurso siempre tiene algo de público-, y no responde necesariamente al principio de la maldad y el Iluminati, sino a la realidad plausible de que el discurso es incapaz de tratar cualquier número de temas a la vez, para tener consistencia tiene que reproducirse y explorarse en cierta medidad, lo que implica forzosamente no extenderse sobre otras maneras y otros discursos. El reportero que le brinda la información puede tener buenas intenciones, mas no cambia el hecho de que elige qué es importante por usted. Esta es la verdadera finalidad del periodismo, elegir lo que una sociedad debe hallar importante. Cuando uno se jacta de que el periodismo logra este objetivo, se está jactando de que el agua moje.
Ahora, seguramente el aguzado lector necesita saber cómo escapar de este tipo de influencia, del decir que se supone importante socialmente, del discurso ajeno. Yo en realidad abordé dicho tema para señalar que el lenguaje por sí mismo funciona de manera más o menos análoga, las palabras entran en uso o desuso dependiendo de su pretendida importancia. Ejemplos podrían ser las tribus donde las palabras izquierda y derecha se sustituyen comunmente por direcciones geográficas -noreste, sureste-, en sociedades donde se tiene que cazar y se requiere dicha ubicación espacial; o el ya típico uso de los esquimales de poseer cinco palabras para describir el blanco -útil, naturalmente, en la nieve-. Un esquimal que saliera de su tribu, seguiría manejando una dialéctica de discurso en la cual el blanco es importante, el brote pues de descripciones sensoriales ancladas en una cierta sociedad, se carga en un cierto lenguaje, pues el modelo de discurso es aquel de función/ecomonía, donde se ignoran las cosas que no son prácticas y se busca economizar en las que sí.
La lógica del periodismo sería estrictamente natural, en el sentido de que el medio humano es la sociedad, y los discursos se aprenden para desarrollarse correctamente para servir a cierto fin. Pensaríamos luego, que todo tipo de discurso presupone una lógica de lenguaje, un set de prioridades que pueden o no referirse a la realidad y remitir a transformaciones genealógicas que contiene el lenguaje. Así que después de mucha reflexión y crítica, el materialismo dialéctico descubre algo interesante: El habla es el habla, el habla no es propia, y si uno la emplea cómo sea y donde sea, va perdiendo utilidad.
La palabra entrena nuestro pensamiento, ¿puede volverse un criterio de aprendizaje de idioma en el futuro?