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La belleza del sistema

20 Ene

La historieta, particularmente sobre su forma designada bajo la etiqueta de «comic» tiene una fama bastante negativa. Ni siquiera puede encasillarse en una apreciación negativa de la cultura popular, el prejuicio va mucho más allá, se le considera un entretenimiento juvenil, véase, infantil. Y para un grupo de personas de mente cerrada esta grosera acumulación de adjetivos deleznables solo parece transformar al comic en una forma de expresión del todo mundana y banal.

Y si esta dimensión de rechazo generalizado es desproporcionada en el comic, ni siguiera podemos compararla justamente con un caso del todo peor: el de los juegos de video.

Los videojuegos son sin embargo una expresión estética, un trabajo finamente balanceado y una manera privilegiada de generar nuevas sensaciones y aspiraciones en cuanto a la comunicación y el arte respectan. Acaso por este potencial tan grande, el juego será aún más detestado -aunque me permito dudarlo-.

Tal vez nos encontramos de nuevo con un problema que toca la maduración tecnológica tardía que tenemos como especie. Dije antes que si el cine hubiese sido técnicamente alcanzable desde temprano en nuestra historia la literatura ni se parecería a lo que concebimos. Del mismo modo, no pienso que el juego de video sea visto con condescendencia más que en una sociedad entrada a un modo desenfrenado de consumación masiva. Porque incluso en lo que concierne al factor de entretenimiento los juegos sufren sin duda por la necesidad de ser comprados. Un juego perfecto no puede concebirse ni trabajarse cuando lo que se requiere es vender el siguiente. Piénselo un momento: la música y el cine tienen difusión, no se venden una sola vez, se considera que su exposición pública, su concierto pues, es una parte fundamental de estos. Los videojuegos en respuesta a este gesto han logrado ciertas interacciones por conectividad y torneos.

Lo que me hace pensar que un torneo de juegos de video no serán considerados en la manera que los concursos de poesía en los que participaba Lope de Vega. Inevitablemente los concursos literarios se han vuelto un poco así también, son gestos colectivos que sirven en parte para promocionar la práctica, en parte por espectáculo. Y pienso en esta dimensión de espectáculo, de que ver a otra persona jugar un juego puede tener un fin estético. ¿No es del todo diferente bailar y ver una danza o idear una coreografía?

El problema para aceptar los juegos como arte es puramente cultural, voluntariamente se aceptará que un juego pueda ser útil antes de aceptar que pueda ser hermoso. Tecnológicamente los juegos nuevos logran un nivel de detalle visual bastante convincente y creo que pueden ser calificados como bellos para el observador casual. Expresan también una estética que nos recuerda a la función visual del cine en la construcción del plano y el ambiente, en este nivel técnico el cine y el juego se confunden. Pero sería erróneo calificar al juego de un goce estético puramente visual, pues en realidad no es su esencia. Un juego es primeramente una interacción, un sistema cerrado en que se filtran las acciones del jugador para una suerte de resultados. Y en estas limitaciones se conforma cierta estética.

Tomemos un ejemplo de otro tipo de juego: el futbol -es muy conocido, nos conviene-. Las capacidades mostradas por los atletas son espectaculares gracias a que existe para nosotros una concepción de juego bien definida, alguien con gran control de una pelota puede también montar un acto de circo, pero fuera del marco narrativo/sistemático del deporte, los logros de un juegador o un equipo parecen minimizados. Hay en el deporte una dimensión performativa que la supone irrepetible e inmediata. El videojuego comparte esta característica, y si analizamos de cerca, contiene bastantes otras que estéticamente nos pueden enseñar cosas interesantes.

Sobre todo este medio parece cumplirse una promesa compleja que otros artes han tratado de reproducir virtualmente: que el arte interrogue al espectador y pida de este una respuesta. Este tipo de interacción privilegiada parece incomprendida en su potencial, pero al menos ilustra una cosa: que la interacción del arte tradicional es en parte rica por suponerse trunca, y ha obligado a los artistas a buscar nuevas maneras de explotar y redefinir ese intercambio en ansia de novedad y de mayor efecto. El videojuego acaso no se ha interrogado en este respecto pues su potencial de respuestas parece infinito y no hay urgencia en sus transformaciones.

Si hay alguna inferioridad en este medio de expresión que le sea explícita debe ser que se trata de un medio muy amplio: el arte utiliza sus características buscando el mayor impacto, y su elegancia se define por sus limitaciones. Cuando estas no existen, y el sistema es arbitrariamente amplio, la expresión misma parece ahogarse en tanto potencial. Acaso el genio necesario para mantener todas estas variables sea sobre humano.

La literatura y sus precursores

26 Sep

Me quedaba pendiente decir que los generos literarios son importantes porque de ellos nace la lectura. No todas las lecturas -no hay que confundirse-, pues para concebir tales arbitrariedades no bastaría contar con todos los generos literarios, sino además con todos los géneros vitales. Hablamos de la lectura como una manera de mirar, una consideración: todos los artes producen lecturas.

En el caso de la pintura creo que se puede ser más explícito. El cubismo puede ser considerado como una forma de mirar, no ver los objetos como lucen, sino como son. Encontrar el objeto escondido que está finalmente en el mismo objeto. La consideración no es extravagante si uno considera que nuestro cerebro reproduce esa misma tarea a cada momento: Cécile sabe que tiene las uñas pintadas sin verlas, pues las ha pintado previamente. Esto funciona a nivel subconsciente: Cécile no se muerde las uñas si se puso barniz coloreado, pero si el barniz es transparente puede morderlas, pues aunque no las vea, no las ve pintadas. El impresionismo también es simplemente volver a mirar, pues si sus imágenes se componen solo por manchas fragmentarias de luz, es porque las imágenes efectivamente son así. Estas maneras de mirar son enteramente legítimas, pero en el arte no son irreflexivas.

La literatura, basada en abstracciones semánticas, es una manera de mirar en sentido figurado, o sea, de cierto punto de vista es un punto de vista. El objeto a considerar no sería la vista sino el discurso, lo cual es amplio si consideramos que es tan natural concebir argumentalmente el mundo, como hacerlo con la vista. Podemos decir que el hombre, más que un animal visual es un animal imaginatendiente. Que nuestra interacción con el universo en la imagenación. Y como los medios tecnológicos y materiales apenas permitieron el cine el siglo pasado, la escritura es preminentemente la manera de aproximarse a esas lecturas.

Ahora, si el cine no terminó por enterrar a la literatura, no es solo por las limitaciones materiales, sino además porque la literatura ya es un género. Uno puede sospechar pues, que es posible leer la vida a través de la literatura, igual con otros objetos ficticios -ver la literatura comparada-. Pero por supuesto, los géneros literarios son también maneras de leer, son limitadas comprensiones.

Ponemos el ejemplo de las comedias de Lope de Vega. Decimos que la comedia de por sí es un género, pero leyendo la cuantiosa obra de Lope, uno puede encontrar cuales de entre sus 400 obras son las más «lopezcas». El género de Lope es el grado común entre sus obras, otras reglas seguiría su poesía. ¿No podemos juzgar que las obras de teatro que hizo Cervantes son también novelas lopezcas? Sabemos que son contemporáneos, y que sus influencias son similares, podemos tratar de evaluar a uno con respecto al otro. Por supuesto, caeremos en la conclusión de que muchas obras de Cervantes son menos lopezcas que las de Lope. Entonces tenemos un género.

Para que lo sepan, esto pasó en la vida real, Lope fue tan exitoso que la gente que leía las obras de Cervantes, no las hubiera juzgado «suficientemente lopezcas», del mismo modo que el teatro tardío de Lope no fue visto «suficientemente calderoniano», por seguir en los ejemplos de lo clásico español. Una obra literaria produce lecturas y (re)produce géneros. Por eso siempre volvemos al género aunque pretendamos haberlo superado: el lector inevitable, regresa a la lectura.

Otro ejemplo sería (¿de Piglia? entre la mudanza no tengo el tiempo ni el gusto de verificar la fuente) el género de detectives. Se sugiere leer a Shakespeare como una obra de detectives y no como una tragedia, ¿quién es el sospechoso en la obra de Macbeth? ¿quién saca ventaja del crimen? No el asesino ciertamente. Si uno puede releer una tragedia como policial, o un policial como tragedia, es que ambos han producido lecturas que aún siguen con nosotros y son moneda de intercambio en las ideas. Kafka creó a sus precursores, porque ahora podemos leer varios textos usando a Kafka como una llave, como un método. Considerando a Kafka.

Entonces cuando se discuta de la contaminación de los géneros, o la degeneración de estos, uno debe recordar que son nuestras guías de acceso al saber, al sentir. La literatura siempre ha sido marginal, en parte porque no es inmediatamente accesible. Para volver a un ejemplo del cine, mucho de lo que pertenece a la película experimental puede considerarse como otra entrada de acceso a la experiencia casual del espectador, ya no como una simple reproducción de las fórmulas existentes, sino como una renovación, ver el cine como una legítima novedad. Algunas de estas películas por fuerza dificultan su acceso a cualquier público.

El género es pues, experiencia, memoria, es el conocimiento que antecede y funda la lectura. El vocablo no es génesis por ser un principio, sino por ser un orígen del conocimiento. Uno no elíge el género que utiliza al escribir/leer: ese nos elige a nosotros.

Se sabe que en el habla…

3 Abr

Se sabe que en el habla transferida, un tipo de comentario o voz que se le entrega a un personaje ficticio que por una u otra razón, debe admitir «defectos», dichos errores no se achacan al escritor. Es el caso en la realidad, donde el dominio ortográfico está más inclinado a la excepción que la regla, aún sin contar la trágica caída de calidad que las instituciones académicas nos muestran hoy día. Veamos más de cerca este fenómeno (no el de la escuela)

El mal hablar o incurrir en errores voluntarios ha sido una tradición institucional del género cómico. Las obras de teatro de Lope de Vega -pienso en La dama boba-, ya empleaban este sistema con juegos de palabras y malos entendidos. El teatro clásico, especialmente en su forma más popular, relacionaba una manera de hablar con un determinado rol y también una clase social, esto último seguirá bastante vigente en la literatura moderna hasta la actualidad. Pongo énfasis en estas dos características: El orígen popular del teatro en cuestión y la relación entre el registro y su función.

Nos interesan estas nociones porque incumben otro género literario de larga vigencia: Los chistes populares. Alguno conocerá el estilo de bromas que asume que las personas de tal o cual región son tontos, en los cuales se juega con acentos y maneras de hablar. Si bien se pueden desenterrar tradiciones racistas o regionalistas, también se da cuenta un fenómeno igual de natural y comprensible: La capacidad lúdica del lenguaje. Los acentos exóticos suelen ser graciosos, las costumbres extranjeras incomprensibles o confusas, lo que acompaña fácilmente al humor. Se crea así, el rol del tonto extranjero que más que representar su origen trata de asimilar todo lo que refiere a lo ridículo. Además el chiste funciona con un registro, el cómico tiene que tomar un determinado tipo de discurso para lograr el mejor efecto de sus palabras. El arte de los registros está ligado al habla popular y esto es perfecta evidencia de que no se necesita entrenamiento alguno para ser comprensible.

El mismo teatro de Lope funciona con un segundo nivel de registro, no solo el habla de los nobles, los ricos, los pobres o los extranjeros; también hace una diferencia con la métrica. Sí, me refiero a la métrica que cuenta el número de sílabas de una frase y considera el tipo de rima al final de cada línea. Durante la producción de Lope, el teatro era un entretenimiento popular como la televisión o el cine -cualquier aproximación de géneros es un poco falsa, pero también algo cierta-, y los cambios de métrica que ahora nos parecen tan distantes y ajenos podían ser percibidos con gente sin ninguna educación. Hemos perdido el sentido de la rima. Tan solo el siglo pasado la idea de una prosa «rimada», entiéndase, con ritmo, era la espera estética de una obra bien realizada. La espectativa cambia porque los registros no son objetos fijos sino que responden a aquellas ideas que aprendemos y procesamos. Hay parte del registro que se aprende y otra que es innata, pues así funciona la literatura, la técnica no se enseña pero se aprende.

El origen popular de los registros se ha mantenido entre sus usos recurrentes. Creo que el ejemplo proverbial es hablar de un campesino cuyo habla es fragmentario para explicar un cierto tipo de registro. La presencia cada vez más preminente de los extranjeros y los distintos idiomas se nos han vuelto otras razones «realistas» para hablar de distintos modos. El siglo veinte nos trajo un voluntarioso atentado artístico que optaba por la destrucción del lenguaje, alguno de estos ataques se jugó al nivel del registro. Otro fenómeno ha sido la creación de registros artificiales, como Anthony Burgess hizo en su célebre A Clockwork Orange. La evidencia se mantiene en el nivel de que los lenguaje posibles, comunes o literarios, son numerosos y cambiantes; si hoy día alguien emplea un discurso como los de Lope de Vega, se hundirá en arcaísmos y frases que hoy no tienen más sentido.

El registro es una de las bases de la narración, pero sin duda la voz poética se sirve con diversos fines. Pensemos en que la literatura es un arte del idioma, y que la variedad de registro es un valor tal, que acaso no puede encontrarse en otras artes renuentes o incapaces de expresarse con el texto. Otras artes han tratado de tomar prestado valores de comunicación análogos: La pintura puede tomar la estética del afiche publicitario, que se asemeja a un registro visual. Pero también puede decirse que cierto tipo de afiche es un género, esta diferencia no nos parece tan marcada en lo que concierne a la imagen, mas el lenguaje suele oponerse a la reconciliación.

Para terminar quiero ligar al tema del registro a dos ideas mayores: Su diferencia esencial con lo que se conoce como el género y la función que sirve para permitir al autor cometer errores. Si un campesino habla mal, ¿no es también una oportunidad para que el escritor escriba mal? ¿hay alguna utilidad en cometer errores voluntariamente? ¿siquiera existen los errores en el arte?