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Séptimo mandamiento

27 Ene

Leyendo por ahí me topé con un comentario sobre la artesanía del cuento, uno sobre economía literaria, uno que admitiría el estilista. Sencillo concepto: no describir objetos sin importancia, no insistir en la limpieza de la mesa, que seguirá limpia la próxima vez que se lea, como acumulando palabras y perdiendo el tiempo del lector. Yo soy un gran repetidor, también es un vicio de estilista. De algún modo he llegado hasta donde estamos sin publicar por completo el decálogo de Quiroga, así que atraigo uno de sus argumentos para referir al asunto:

«Toma a tus personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trataste. No te distraigas viendo tú lo que ellos pueden o no les importa ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios. Ten esto por una verdad absoluta, aunque no lo sea.»

Wow, yo tenía ganas de perder el tiempo con una frase muy sencilla pero aparentemente Quiroga escribió una guía para kamizazes cuentistas o estaba hablando solo. ¿Seguir con mi plan original o desarmar la misteriosa maraña que Quiroga ha armado?

Naturalmente, seguir a Quiroga.

Lo raro de esta frase no es tanto la interpretación sino la caricatural manera en que las frases introducen elementos nuevos. Empezamos hablando de personajes y decimos apenas después «su camino trazado» ¿no? Luego no te distraigas «viendo tú» -se entiende el escritor- y luego invade el poder ver de ellos los personajes. Parece que una dicotomía personaje/escritor trabajará nuestro reglamento. Luego «no abuses del lector», eh, está bien ¿no? Lector y escritor no son conceptos realmente tan lejanos como el lenguaje convencional nos podría hacer pensar. «Un cuento es una nov-» ¿estamos entrando de lleno en la definición de géneros literarios? Creí que trabajábamos una dificultad estilística mínima y ahora me hallo con un desbordamiento secuencial de nuevos conceptos, de complejidad creciente, para algo que además yo no relacionaría de entrada al primer concepto evocado «personaje». ¿Esta construcción es de veras extraña o la escalada se halla en mi mente? En fin, no importa, nuestras posibilidades inmediatas exigen elección:

1) o Quiroga tiene tal dominio de la forma corta que está presumiendo y estratificando el pensamiento con su estilo

2) o Quiroga está lanzando ideas a lo loco y en evidencia no nos es posible ponernos a leer su mente

Va sin decir que trataremos el problema suponiendo que Quiroga sabe de lo que habla… Por comodidad. La frase final ilustra acaso su voluntad, contaremos con su palabra como dogma excepto que no; tratamos pues con la ficción.

Los elementos narrativos de la frase juegan parte del asunto «lleva a tus personajes de la mano» y sobre todo «no te distraigas». Es interesante pedir que uno no se distraiga cuando uno juega a citar la estructura de la novela por puro goce. La idea de llevar a los personajes de la mano no es discordante, Quiroga los admite en caracter fundador del cuento y argumenta que uno debe trabajar a su nivel, no escapar de ellos. En eso la mención de la novela puede obtener cierto sentido, en que en ella la exploración de los personajes suele darse en extensión. Más mémorables son los personajes en la novela que en el cuento. Quiroga en realidad no parece favorecer a la novela, la diferencia entre géneros le parece tan accesoria como la distancia entre personaje/escritor. Escribir «tu cuento será novela sin ripios» no resuelve el asunto de cómo escribir una novela.

Tal vez el caracter personal de Quiroga le exija el vocabulario visual empleado. Insiste en que el atributo del escritor es la vista, él puede ver más allá del personaje, él es quien debe discernir la verdad -me gustaría pensar que Quiroga usa la palabra ligada con su vocablo «ver»-. Toda esta construcción es de apariencia, el cuento no es una novela, debe asimilarse a esta. No estamos con el personaje, nos ponemos a su nivel. El cuentista trabaja la economía del texto, y sería una traición describir este trabajo desde un punto de vista objetivo, como decir «rasura los elementos superfluos» que es probablemente lo que yo, como atrofiado de la teoría literaria, diría. El asunto es guardar en todo momento la ilusión. «Aunque no lo sea», ese es précisamente su punto. No es un énfasis que persigue el estilo biblico, la necesidad de una ilusión proporcionada a la mentira se incluye en el raro texto de Quiroga.

Los elementos diversos que se introducen en la frase tal vez buscan sugerir al lector que no debe caer en la ilusión y al mismo tiempo evidenciar que en la variedad se encuentra el dote de un cuentista verdadero. Las cosas «pueden aparecer porque sí», la práctica aquí lo sugiere. El texto se me vuelve entonces, un poco más inaccesible mas lo compensa por el sugerido rigor. Incluso en el análisis literario, volcarse a la ilusión nos garantiza un resultado más feliz que el machacaje de términos que académicos con más tiempo libre podrían emplear. Que los guarde Dios con salud.