El hombre lápiz

31 May

La literatura tiene muy poco a nada de utilitario, y esto ha llevado al fracaso a muchas corrientes de pensadores bastante sensatos que se decidieron a abordarla. Una muy típica y bien discutida es la de los escritorespolitizados,itinerantes o simplemente partisanos. Pocos escritos con fines sociales así de inmediatos han logrado alcanzar un grado de reconocimiento.

Ahora el reconocimiento no podría ser menos ambiguo porque aquellos que juzgan la literatura rara vez lo tienen muy claro. Su negocio es juzgar los textos, pero como toda agenda política, reciben críticas en las observaciones inmediatas y no en la medida de que su historia personal los cimenta. Los críticos corren el peligro de pasar demasiado tiempo labrando una fama y demasiado poco criticando, de volver la acción misma de la crítica un proceso utilitario en vez de uno autónomo.

Menciono el utilitarismo porque es parte de la farsa que confecciona la literatura, de su mito fundador. La idea de que hay más en un texto que la sola experiencia de un hombre (el lector), sino que puede tirarse de ella una trascendencia. Es un meollo religioso. La política también tira su justificación moral de alguna noción de valores trascendentes, es la existencia del hombre finalmente que transforma el utilitarismo en un sentido, en una justificación. Es como comprar libros porque están baratos, más que porque los vayamos a leer. Otro tipo de utilitarismo sería comprar libros porque vamos a leerlos, ya sea por una necesidad inmediata como la escuela o por una afición bien comprobada que estos nos remiten. La verdadera literatura no puede tener su causa o explicación en uno u otro de estos fenómenos mercantiles, ni es objeto de una manipulación externa que la valoriza (el precio del mercado), ni de una sistela que la coloque en lo inmediato. La literatura no es un ya, fortuito, no es una solución ni una respuesta a ninguna pregunta.

Helas, ¿por qué pintar una literatura tan inescrutable que no podamos relacionarla con la vida? El argumento de la literatura (por qué la literatura) no tiene sentido si se aleja del todo de nuestra existencia inmediata. No necesitamos prestarle un valor más allá de lo inmediato para tenerla. Pero en sí este es el asunto: no necesitamos los textos, hay gente que se pasa muy bien de la literatura por toda su vida y tienen vidas estéticas estimulantes por otras expresiones artísticas, por el viaje, el deporte o simplemente el diálogo interpersonal. El arte como función es el arte como defunción, al momento de materializarlo o de conceptualizarlo completamente se vuelve letra muerta.

El arte es un proceso productivo, pero es muy sencillo volverlo una forma estéril. La literatura estimula el pensamiento y la reflexión, pero también nos ayuda a descubrir que demasiado pensamiento o reflexión deshumaniza la existencia. Sirve para todo y su contrario, característica de las cosas que simplemente son y uno se empeña en sojuzgar.  ¿Para qué queremos un arte útil? ¿Necesitamos hallar poemas impresos en nuestra vajilla? Claramente tememos perderlo. Y aquí marco la diferencia entre la naturaleza abstracta y semitrascendente que le prestamos al arte y aquella del utilitario: si nos primamos el fin en vez de los medios nunca encontraremos casualmente al arte. Puede ser un medio para muchas cosas pero siempre será una pirueta innecesaria. La necesidad única que tiene es la de la manifestación de la pirueta, que sisentela, y eso es todo. La existencia banal de todos los días no puede pedir prestado el arte pues de todas maneras lo desvirtúa. No hay arte cotidiano, ni siquiera para el artista. Por esto los «escritores profesionales» son una paradoja extraña, existen en un sitio donde no se puede estar realmente, sostenible tan solo porque el trabajo también es una paradoja en sí misma para las sociedades occidentales, y tiene su dósis de innecesario y falso.

En los tiempos de crisis el arte se revitaliza, se reinventa. Este es un ciclo recurrente que los historiosos confirmarán. La crisis es un evento donde la acción pierde su estado productivo, donde reivindica nada y hace muestras de impotencia. Se confunde esto con cierta poesía que pinta a sus autores como dioses finalmente incapaces de nada cambiar. Es una acción del incapaz, como una erupción de un mundo donde no se puede permanecer quieto en el mismo lugar, a fuerza de intentarlo. En tiempos de crisis, cuando todos quieren salvarse pero no hay forma, el arte recupera su estatura trascendente, también lo hacen así la religión y la felicidad. Cosa extraña, es también cuando la acción convencional peca de inútil y las convenciones de inhumanas. ¿El arte y la felicidad no serían pues parásitos de nuestro mal?

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