Orejas cortadas

31 Dic

Decir que Makbara es un libro perfecto probablemente solo le granjearía enemigos. Contiene sin embargo esa aura de perfección que solo consiguen los libros multifacéticos y estímulantes, que nos disuaden de inmediato que son obras únicas. Acaso esta unicidad ya los aleja del concepto de perfección que muchos críticos tienen.

Makbara tiene una prosa minimalista y libre, llena de oralidad, contiene también una fuerte propulsión de imágenes que desmienten la noción de que la descripción es un arte muerto. El texto no escatima en amenizar su producto, sino que más bien se permite exagerar las visiones, las analogías y las líneas. No se busca por este medio simplemente inflar el texto o extender las escenas, sino precisamente, romper la unicidad temporal que las obras narrativas suelen prestar a la noción misma de escena, lograr por medio de la decoración. ¿Cómo puede tratarse pues de una decoración? Lo llamo así por no decir simplemente que estamos tratando de una prosa poética, pues en realidad hay tantas maneras de hacer prosas poéticas como de decir una misma frase. Goytisolo no está precisamente formando su prosa por medio de valores poéticos, uno diría casi que el sistema está invertido y que la imágen nace antes y la narración simplemente la confirma y la completa.

Se entenderá que al decir que el texto es minimalista no me refiero a su riqueza verbal, en realidad se trata de el uso de la puntuación, de la temporalidad reducida entre párrafos y de la falta de diálogos o marcas de diálogo. Esto es un gesto mucho menos experimental de lo que podría parecer, pues si hay algo revolucionario en la proposición de esta obra es más bien su contenido. La forma imita lo oral, pero también rompe las marcas visuales predictivas que se nos han vuelto la puntuación y la distribución en la página. Esto permite acentuar que no en pocas ocasiones el texto trata de llegarnos de la manera más directa posible y de forma rauda, por ejemplo lanzando frases de una sola palabra para cimentar dicho sentido. Economía. Precisamente es extraño pensar que un texto que se encuentra tanto en la reducción aprecie la enumeración, los adornos y los desvíos integrados en su contenido. El español, que se presta con fácilidad a las frases largas o cortas, admite bien esta extraña convivencia de sentido y forma, que termina por formar un estilo bastante peculiar. Esta unión sólida de obra y estilo también podría permitir jugar con una concepción de Makbara como obra perfecta.

Existe un tema que asimilaremos al extranjerismo y que nos permite concluir que la obra es mucho más que un simple ejercicio de estilo, que la rareza que confrontamos no es otra cosa que la misma extrañeza que el texto nos pone de frente: el encuentro de una sociedad que consume incluso el texto, frente a un discurso que calificaríamos rápidamente de arcaisante y tradicional, pero que igualmente se intuye revolucionario y lógico. La idea de periferia es brutal y a la vez incomprensible, se ilustra en sus múltiples dimensiones obsesivas, incluyendo la visión del turista, del académico y de los medios masivos. Si hay una falta posible en esta obra solo puede venir de abordar un tema tan gigante y universal por medio de herramientas que nos son -a los que hablamos español- culturalmente fundamentales: el humor, la imaginación. El mundo en Makbara podría concebirse como una pintura grotesca del mundo occidental frente a una imagen enigmática del extranjero africano, que no deja de tener algo de incomprensible frente a su familiaridad. Lo africano tiene una influencia innegable en España*, y este acercamiento no es sino la expresión de esa necesidad de comunicar algo que forma parte del mundo cotidiano, pero que se desgarra en el occidentalismo no pocas veces buscado, por ser socialmente aceptable. Aquí seguimos en los muchos aciertos del texto, lo cuestionable más bien, sería que la caricatura del occidental puede resultar zocarrona a veces, o ya agotada en otras -me recuerda también a los cuentos de Zepulveda por este tono popular de sátira que se mantiene en ambos casos-, logrando en parte la pérdida de la originalidad hipnótica que el texto logra por medio de su tono tan particular y atinado. No estoy diciendo tampoco que la pretensión de originalidad o que el borramiento del humor sean estrategias deseables para «arreglar» este texto, simplemente se me sugieren como los sitios donde el balance matemático que logra el autor resultan menos evidentes.

*- Lo africano tiene una influencia innegable, también, en Latinoamerica.

Todos estos aciertos no harán que el texto pase como magnífico a los ojos del lector cualquiera, ninguna cantidad de trabajo logra gustar a todos. Entiendo, no obstante, que es fácil reconocer las muchas virtudes de este texto y que sugiera, como lo ha hecho para mí, el interés futuro en la obra de Goytisolo,  que es sin duda uno de los maestros de la prosa en español.

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