Se dio el extraño caso de fui a ver una película reciente, y por consecuencia regresé con varias meditaciones sobre el cine. Es algo más o menos sintomático en mi modo de vida, cualquier azar y salida de lo cotidiano me provee de una relflexión automática -no pocas veces vacía de interés-. Uno diría que el salir de la rutina se asemeja a redescubrir el mundo. Pero estoy divagando, volvamos al primer punto del a cuestión.
Viendo The Artist, constaté primeramente algo muy extraño: que me gusta el cine cinéfilo. Poniéndome a pensarlo me dije, no tiene razón de ser, apenas veo películas y fuera de un desatinado propósito de ver cine hace dos años y medio, nunca lo he colocado en modo alguno como prioridad. Mas entre el cine que he llegado a ver, se encuentran no pocas gemas cinematográficas que cayeron en mi regazo a fuerza de recomendaciones y clases de cine. Cabe decir que a Cécile le pasa más o menos igual, y tiene también dichos gustos. Entonces, lo raro es que, siendo yo absolutamente casual en mi gusto cinematográfico, tenga gustos de educado. Sí, he tomado clases de cine, pero eso no quiere decir mucho.
El caso me intriga de igual manera para con Cécile que ha estudiado menos cine que yo y a quien le disgustan más visiblemente los intelectualismos que yo me cargo. Entiendo que hay personas que infieren por mi modo de hablar que considero el arte como un trabajo de reflexión y la lectura como una experiencia docta. Eso es simplemente mentira, creo que mucho de lo bueno es popular e irreflexivo, pero ante todo simple. No hablo simplemente de la elegancia, hablo de las expresiones humanas vanales, que gracias a su abundancia expresan más completamente lo que somos y lo que queremos ser. No sé si esto sonara menos intelectualizado, pero si fallé, tomense el lujo de creerme bajo palabra.
El objeto de mi gusto, no radica en una voluntad erudita. En el caso del cine no se puede justificar por conocimientos o prácticas que yo sea otra cosa que un superficial amateur. ¿Por qué tragar deliciosamente visiones sobre filmes antiguos, sobre el cine gringo de los 40 o sobre el cine mudo? Voy a conjeturar que como es el caso con Cécile se debe a que creo en la búsqueda estética de la imagen. No es porque una película sea buena, ni bestseller, ni independiente que una búsqueda estética no se puede proponer. Pero en dicho caso valdría la pena preguntarse si un cine menos inclinado a la erudición no es también, un ejercicio de belleza válido, y la inclinación mencionada es arbitraria.
Aquí vale la pena a lo mejor inventar un concepto de cinéfilo. El cine de aficionado no se muestra sino por la voluntad propia de designar una cierta tradición estética al reconocerla poseedora de una belleza particular. Sería como reconocer versos perfectos en una antología y lanzarlas durante otra obra completamente distinta. Por supuesto, el cine es aún más compacto pues una imagen es muchas cosas a la vez, y estos recordatorios voluntarios de una imagen existente, no hacen sino confirmarlo. ¿Puede ser bueno el cine de aficionado? Entiendo que sí, los recordatorios del pasado no son frases muertas sino un objeto que se revitaliza con la lectura. Una imagen también es la obra.
Hasta este momento creo que sostuve un razonamiento más o menos aceptable, mas luego reconocí la limitación. A veces abordo el cine como si se tratase de una extensión del fenómeno poético, pues me digo al fin, que su validez se juega en el poder de la imágen como tal y no simplemente en limitarla como un dispositivo de comunicación, que el cine no es sobre todo contar películas. Pero caigo rápidamente en cuenta de que la poesía como objeto no es una forma que me quede del todo clara, a final de cuentas no es la expresión genuina y clara de una imágen (el gesto, que es la unidad del cine mudo), que es poética por ser genuina, ni tampoco la ambigüedad de significaciones (el cine surrealista) que sustenta la evaluación lírica del objeto visto. No puedo dar cuenta de la sensibilidad mejor con palabras que con imágenes, los métodos y las escuelas se prueban insuficientes. Un cinéfilo pues, no está presente para explicar el funcionamiento de la obra sintetizada que reproduce en su trabajo, sino para reconocerlo. En el reconocimiento está el recuerdo, y en ello la experiencia de cierta felicidad.
Por esto mismo el reconocimiento de este tipo de cine por sí mismo, dice poco. Acaso decir mucho sería un error más aberrante. Yo supongo ahora que el tino de esos filmes que agrupo bajo el título de cine de aficionado y que me han encantado, son valiosos para mí por voluntades diversas y cambiantes. Es dolorosamente evidente que el arte no nos gusta por una sola cosa. De ahí lo desconcertante.